¿Despierta? -Chloé E. Benoit-

Estaba en la enfermería sentada en una silla cómodamente observando a la joven recostada frente a mí.  Chloé estaba inconsciente, se encontraba de esa forma ya cuando la traje a aquí.  Estaba cerca de los bosques cuando la encontré, no sabía que podría haberle pasado, a pesar de tener muchas suposiciones  ya formadas en mi revuelta cabeza, sin embargo ese había sido mi ultima preocupación al encontrarla sin sentido entre las hierbas.

Estaba corriendo esta mañana, por los terrenos más alejados del castillo, lejos de todo aquel murmullo, lejos de los gritos y las peleas, aunque a esas horas no te encontrabas mucho de ello, ya que la mayoría  dormía hasta la hora del desayuno. Si contaba con suerte yo estaría de vuelta para ese entonces.  Pero al parecer la suerte no estaba de mi lado este día, ni de mi estómago vacío tampoco.

Ya me encontraba media agitada y aburrida, en estos momentos es donde uno extraña tener el IPod de mi abuela para escuchar música y distraerse, especialmente de mis pesadas piernas que ya no querían seguir moviéndose, pero no todos los instrumentos muggles eran bienvenidos al castillo. Solté una bocanada de aire mientras me paraba y me inclinaba hacia adelante dejando caer todo el peso de mi cuerpo sobre mis manos que se sostenían de mis rodillas para no dejarme caer.  

Entonces a unos cuentos metros de mí, pude divisar una figura en el suelo,  me pare derecha frunciendo el ceño para poder ver mejor, en otros momentos quizás ni siquiera la hubiese visto y seguiría mi camino ignorando a aquello. Lleve inocentemente mi mano hacia la cintura en busca de la varita, y maldije en el momento en que me di cuenta que había salido sin ella.  Me acerque cautelosa, sin saber que podía ser, hasta poder diferenciar los rasgos de mi querida amiga.

Luego de ellos la subí a mis hombros lo mejor que pude y la traje hasta la enfermería, no tuve tiempo de avisarle a muchos, solo a un profesor para que le cuente a Ethan, su primer,. quien me pidió que me quede con ella que ya volvería con el Gryffindor.. lo cual no hizo claro esta. Me pare de mi silla como auto reflejo cuando emite un débil sonido,  abrió sus ojos llevando una mano a la cabeza.

-Chloé quédate quieta – le pedí mientras intentaba que se recueste nuevamente al ver su intento de incorporarse. – Deja que te ayude – decía yo mientras tomaba su brazo y acomodaba la cama para que se pudiera sentar.

Spoiler:

"Todo era tan bonito allí. Era un paisaje hermoso, blanquecino debido a la nieve que caía sobre mi cabeza, los árboles parecían hasta notar el frío que hacía alrededor. El césped estaba totalmente blanco, no había rastro de color verde aún rascando. El bosque parecía estar en calma, nunca nadie diría que allí abundaban bestias horrendas y escalofriantes. Y yo quería convertirme en una de ellas, o al menos intentarlo. Era la primera vez que intentaba convertirme ese día, pero un dolor inmenso siempre se apoderaba de mí y de mi mente. Lo intenté un par de veces más pero el dolor seguía aumentando cada vez más. Por esto mismo, mi cuerpo reaccionó de tal manera que empecé a sudar descontroladamente, pronto la cabeza me daría vueltas y sin darme cuenta, caí sobre el frío suelo."

La muchacha ocupaba una de las camas de la enfermería, que últimamente la visitaban bastantes estudiantes. Pero ella hacía mucho tiempo que no la pisaba, desde que saltó de su escoba en un partido para coger la snitch y cayó desde bastantes metros. Pero valió la pena, gracias a su caída su equipo ganó el partido. Pero esta vez ni ella misma, inconsciente ahora mismo, sabía porqué estaba allí. Sus ojos estaban cerrados por el momento y en la frente tenía con un paño húmedo, pero aún no respondía. Su mente estaba aún allí, en el bosque, intentando transformarse en algo que siempre le salía casi al segundo. Quizá aún no quería despertar porque todavía no había dado con la clave del por qué fallaba su animagía. Hacía años que tenía ese don y a parte de al principio, nunca le había fallado. Desde que había vuelto de Francia nunca intentó transformarse, puede que su cambio tan repentino de personalidad afectase a su habilidad. Entonces eso hizo un click en su cabeza.

Entrecerró los ojos por la luz que provenía de los ventanales tan grandes de la enfermería. Tenía su mano derecha agarrada con fuerza un trozo de sábana que la tapaba, como si temiese de algo. Al darse cuenta aflojó la fuerza y soltó la ahora arrugada sábana, después se llevó dicha mano a la cabeza y retiró el paño húmedo de su frente para dejarlo en la mesilla que tenía a su izquierda. Miró a su alrededor y pudo ver a Rose sentada en una silla a su derecha, se intentó incorporar con rapideza pero una mueca de dolor en su rostro hizo que se volviera a acostar. La voz de su amiga llegó a sus oídos y poco después notó la ayuda de ésta para que se incorporase. Se acomodó como pudo y parpadeó varias veces, mirando hacia la ventana que tenía frente de ella a varios metros, a lo lejos, donde se veía el bosque. ¿Sería posible que su cambio de personalidad tan brusco hiciese efecto en ella? Nunca había oído hablar sobre ello, su primo Ethan también era animago como ella, pese que no eran familia de sangre, y nunca lo oyó decir que no podía transformarse. Sí era verdad que habían veces que si estaba nerviosa no podía controlar su habilidad y se transformaba sin querer, o simplemente cuando quería no podía. Pero hacía años que la controlaba a la perfección y no sabía si era ese el motivo de su no-transformación. Su cabeza era un hervidero de ideas y preguntas. Lo peor de todo era que si intentaba recordar más allá de su intento de transformación, un dolor inmenso en su cabeza le escocía.

Parpadeó ante la escasez de parpadear, sus pensamientos la absortaban profundamente y dejaban a Rose ahí a su lado, sola. De pronto otras miles de preguntas le vinieron a su mente ya colapsada, como era que había acabado allí, tumbada en esa cama tan incómoda para ella, que parecía en vez de reconfortarla, hacer que sus músculos le dolieran aún más. En realidad de poco le importaba ahora, sabía que gracias a esa persona ningún animal hambriento o vampiro la devoró. Miró a su amiga y se colocó un mechón por detrás de una de sus orejas.
-Rose, ¿quién me trajo aquí?- Se detuvo a mirar la vestimenta de su amiga, parecía que había salido a correr, lo más seguro es que hubiese sido ella la que la encontró sobre el suelo del bosque. -¿Has sido tú, verdad?- Sonrió de medio lado y nuevamente eso hizo que su cara se deformase por el dolor. No sabía como se sentía tan exhausta y dolorida, no había hecho esfuerzo físico más que el mental para transformarse, pero quizás por tantas veces realizar ese esfuerzo, su cuerpo ahora sufría las consecuencias.

Había conocido a Chloé  cuando tenía once años, hace alrededor de cinco largos años. Ambas habíamos ido al Callejón Diagon por nuestras cosas, como olvidarlo aunque solo cruzamos pocas palabras y en esos minutos la odie y ame al mismo tiempo, quién diría que esa chica se convertiría en una de las personas más importantes para mí.  Volvimos a cruzarnos en el expreso de Hogwarts, la ignore por completo claro, era una verdadera desconocida pero cruzamos miradas, no sonrisas, solo miradas curiosidad y altaneras, al menos por mi parte. ¿La siguiente vez? Que yo recuerde, cuando James la vitoreo por quedar con los leones, luego de eso nos enviaron a la misma habitación, a las mismas clases y comenzamos hablar.  Siempre dije y seguiré diciendo hasta que me demuestren lo contrario, que nunca conoceré a alguien con quien tuviera la misma relación que con esta chica. Era raro, lo sé, y pueden  existir mil personas iguales a Chloé  pero ella era especial. La odiaba y la amaba al mismo tiempo, pero de la buena manera.

Había mil cosas en las que estábamos de acuerdo, y otras mil en las que no coincidíamos, defendíamos nuestros puntos de vista hasta que una o la otra se rinda o saque otro tema, pero también pasábamos horas hablando de lo mismo y riendo.  Existían personas que podías conocer y hablar un largo rato, otras que la charla era dudosa y torpe y otras de que nunca faltaban. Podía ver a Chloé  a los cinco minutos, a las cinco horas o un año más tarde pero nunca nos faltaría un tema de conversación, nunca sería un perfecta desconocida como aquella vez en el tren.  

Por esas peleas, debates y discusiones, por esas charlas interminables y risas inacabables, por todo eso y más era el echo del disgusto que nacía en mi al  ver a Chloé  recostada entre las sábanas blancas de la camilla, rodeada de aquel repugnante olor desinfectante. Era curioso como quería llegar a ser medimaga algún día y odiaba aquel distintivo olor a hospital.  Jugaba con la manga de la negra túnica que llevaba puesta cuando ella comenzó a moverse en la camilla. Solté un bufido mezclado con una sonrisa irónica al escucharla. - ¿Quién más? – dije negando con la cabeza y mirándola ahora con el rostro un poco más serio.  - ¿Qué te paso? – pregunte mientras cerraba la túnica frente a mi estómago medio descubierto con la túnica que le había robado, de todas formas ella no la utilizaría mientras dormía. Aun llevaba mis ropas de ejercicio muggle, esas que Victoire había insisto que use para mi “ejercicio”, aquel que sucedía debes en cuando.

Un gusto agrio subio por mi garganta hasta asaltar mi boca, provocando mal sabor en la boca. Hice una mueca después de preguntar, tenía miedo a la respuesta. Muchas cosas habían pasado desde que Bellatrix había aparecido en el castillo hace unos meses, luego que el nuevo director tomara su lugar y que los Slytherin ocuparan su lugar de mandato entre los estudiantes. Muchos sufrieron castigos inexplicables, pero otros eran simplemente atacados en los pasillos o más comúnmente fuera de las paredes del castillo.  Por un momento paso la posibilidad que diera por afirmar lo que yo tenía en mente, y tuve miedo de mi reacción, yo misma aceptaba que era un poco.. Impulsiva, precipitada.. cabeza hueca al no pensar lo que hacía.

Me acomode en mi asiento, poniendo derecha mi espalda que ya dura se encontraba. Lleve ambas manos a mi rostro tirando mis despeinados cabellos hacia atrás. – Hice llamar a Ethan, pero nunca vino – dije mientras cerraba los ojos. – seguro ni le avisaron – masculle pensando en todos aquellos Mortifagos y neo Mortifagos correteando por los pasillos.

-Merlín tengo hambre – me queje volviendo mi atención a mi amiga. - ¿Cómo te sientes? – pregunte con verdadera preocupación en mi voz. – Tendríamos que avisar que despertaste… aunque me gusta la paz que hay ahora- no habíamos estado mucho en la enfermería, pero en ese tiempo la enfermera y esa chica Candice no dejaban de dar vueltas por las camilla yendo y viniendo, revisando muy debes en cuando a la anteriormente inconsciente a mi lado, algunos estudiantes venían y se iba, un joven no muy lejos de nosotras había obtenido el alta y se había marchado, y para estos momentos tan solo nosotras habíamos quedado en la enfermería puesto que era la hora del almuerzo y Candice...bueno ella quien sabe donde estaba.

Con ojos medio entrecerrados miró a su amiga que tenía al lado, escuchó con cara de cansancio lo que le iba diciendo. ¿Qué le había pasado? Ni ella misma sabía. Lo único que sabía con firmeza, era que su transformación había fallado, cosa que aún seguía buscando la respuesta. Bufó y fijó su mirada en la pequeña insignia color roja que tenía la túnica que portaba sobre sus hombros la chica que tenía al lado. "Prefecta" decía. Ambas tenían ese cargo, ella misma lo había conseguido el año pasado por sus buenas calificaciones y su buen comportamiento, si la dirección del colegio adivinase como había cambiado de un año a otro de seguro le quitarían el puesto. Entonces buscó su propia túnica por la sala y se fijó en que no estaba por ningún lado. La demás vestimenta y su bolsa, en cambio, estaba sobre una silla a su izquierda. Agarró la sábana para levantarla y mirar su propio cuerpo, ahora arropado por uno de sus pijamas para dormir. Siempre había pensado como es que hacían eso, suponía que todo lo hacían los ayudantes de la señora Pomfrey o ella misma, simplemente con magia. Pero era agradable estar con su pijama, aunque para su gusto la cama fuese como estar tumbada sobre unas grandes rocas.
-¿Qué me pasó?- La miró y se acercó a ella, cosa que hizo que toda su espalda crujiese y se estremeciese del dolor. Cerró los ojos ante el esfuerzo, pero volvió a abrirlos para mirar a su compañera. -No he podido transformarme... Ya sabes... En el tigre que llevo transformándome hace un año y medio aproximadamente...- Susurró por si había alguien en la sala que pudiese escucharla. Parecía que no habían pacientes esa mañana y dio gracias de no ver a ningún ayudante de la señora Pomfrey, o ella misma, por ahí.

Volvió a colocar bien la almohada que tenía sobre su cabeza y se tumbó. Debía de descansar, eso ya lo sabía sin ni si quiera ningún enfermero la hubiese visto. Pasaría allí al menos esa noche, quizá con algún antídoto raro de la señora Pomfrey se curaba en un par de horas, quizá un día entero. Rodó los ojos ante aquello, odiaba estar en la enfermería, era un lugar siniestro para ella y pensaba que traía mala suerte estar allí. Ya había pisado un par de veces la enfermería pero gracias a Merlín la mayoría de veces había sido como visitante. No obstante el Quidditch y las bludgers hacían de las suyas.

Intentó calmarse al escuchar que habían avisado a Ethan. Lo único que no quería era preocupar innecesariamente a su primo y tal vez a su hermana, lo máximo que pasaría ahí serían un par de horas. Aunque había obrado bien su amiga al avisar al menos de que estaría en la enfermería, desaparecer unas horas no era buena señal. Lo peor sería pasar todo un viernes en esa horrorosa cama, de todas formas es lo mismo que hacía en su habitación. Se tapó su cara con la sábana y suspiró. Maldita sea, ese no era su día.
-¿Tienes hambre? Mira en mi bolsa, está sobre la silla donde está mi ropa.- Resonó su voz algo extraña al estar debajo de la sábana. -Por cierto, ¿dónde está mi túnica? ¿La llevas tú o es la tuya?- Siguió oyendo lo que dijo su amiga poco después. La verdad no tenía ganas de que su amiga avisase a los enfermeros y la echasen, porque sabía que allí en la enfermería todos eran demasiado estrictos y casi nunca querían visitas. -No digas nada aún, hablemos un poco, voy a estar aquí todo el día sola y aburrida, necesito compañía aunque sea un rato.-