Disfrutan... Oh, bueno, viendo pasar el tiempo. [Hugo W. Weasley]

Su torso se volvió a ampliar debido al aire acumulado en sus pulmones, y volvió a su estado normal a causa de un suspiro. Sus ojos azules estaban fijos en algún lugar de la pared, quizá habría allí algo interesante, no comparado con lo que había por el colegio. Parpadeaba muy de vez en cuando, cosa que ella notaba, los ojos empezaban poco a poco a secarse y a obligar a ésta a parpadear. Por suerte no había nadie que la molestase en su... ¿tranquilidad? El cuarto estaba tan solo y silencioso que se podía oír a la perfección la respiración acompasada de la chica. Quizás llevaba allí un par de horas, no lo sabía, lo que sí sabía era que su sábado era algo más que aburrido, como de costumbre. Las chicas habían ido a dar una vuelta por Hogsmade, pero ella había denegado por enésima vez la petición de ir. Pensaba que sería mejor quedarse encerrada, seguramente si iba se mancharía con su bebida de cerveza de mantequilla, o algo por el estilo. Miró por la ventana de reojo para saber al menos que horas serían, aún el sol estaba alto, por lo que no serían más de las 5 de la tarde. Sabía que anochecería sobre las 7, así que se levantó de un salto y se colocó su túnica. Como era fin de semana había decidido llevar ropa de calle, a su uniforme aún le quedaban un par de horas en la lavandería. Cogió su cuaderno negro que estaba sobre su mesilla y salió cerrando la puerta tras de sí, dejando con el mismo silencio a la habitación.

No quería encontrarse con nadie, por lo que optó por ir a un pequeño patio alrededor del gran colegio. Allí era donde la mayoría de veces pasaba sus almuerzos, últimamente después de clase salía sola y no dejaba que nadie la acompañase en el rato libre que tenían antes de volver a empezar otra vez las clases. Por ello, decidió sentarse en uno de aquellos bancos fríos de piedra que habían por allí, sacando del cuaderno su pluma de escribir y de su bolsillo un pequeño frasco, no más alto y delgado que un dedo meñique. Mojó la punta de su pluma dentro del contenido del frasco color negruzco y comenzó a escribir en la última página, donde se notaba que ya había estado escribiendo.

Esa tarde había estado distante de todo y de todos. No sabía la razón de por qué aquel día particularmente bello y soleado, con una excursión a Hogsmeade en camino y más aún siendo un día sábado, había decidido apartarme del mundo y simplemente quedarme en el Castillo, lejos de las bromas, las voces retumbantes, las conversaciones forzadas, las preguntas de qué era lo que me sucedía, etc, etc...
Por esa misma razón había decidido tomar el almuerzo solo sentado en la mesa de Ravenclaw, observando a los pocos chicos que se habían quedado, quizás porque tenían algo más importante que hacer en el Colegio, o bien porque estuvieran atrasados con sus estudios; nada de eso era lo que provocaba mi estado de ánimo tan decaído. Luego de almorzar, había salido a recorrer los terrenos de Hogwarts. El viento azotaba de a poco mi capa alrededor de sus tobillos y el sonido de la grava crujiendo bajo mis pies me relajaba en un modo extraño pero complaciente. Bordeé el Bosque Prohibido, alcanzando a ver un par de Centauros que corrían vigilantes a lo lejos...
Cuando estaba a la altura del Lago Negro, sentí una punzada bastante fuerte en el pecho. Me detuve cerca de una gran roca y me senté sobre ella, soltando un fuerte suspiro que, aparentemente, sirvió para aliviar esa pena repentina y desconocida...
"¿Qué te pasa Hugo?" preguntó una voz en mi interior. Yo, por supuesto, no tenía respuesta para eso...
Continué mi camino de vuelta al castillo y luego de cruzar el puente que daba al patio principal, decidí cambiar de camino para no toparme con nadie... aunque en realidad, esperaba ver a una sola persona. "¿Tanto la extrañas? ¿Tanto la quieres?" volvió a insistir esa voz que ya comenzaba a molestarme y que, por más que quisiera e intentara varias veces, no dejaba de taladrarme la cabeza.
Lo cierto era que, aunque molesta, esa voz de mi conciencia tenía razón. Desde su partida hacia Francia, y su posterior regreso, Chloé y yo nos habíamos vuelto prácticamente inseparables. Por algún motivo nos habíamos vuelto el pilar fundamental del otro, un confidente en el que podíamos apoyarnos sin dudar, ella en mí y yo en ella. No había secretos entre nosotros... o al menos no en las cosas que se pudieran contar porque yo sí tenía un secreto... y seguro ella también...
Y como un capricho del destino, pasando por un pequeño patio antes de adentrarme entre los muros del Colegio, la vi... sentada sola y desanimada en un frío banco de piedra... "No puede verme así..." pensé para mis adentros y coloqué mi más amplia y encantadora sonrisa en mi rostro.
-Disculpa...- comencé acercándome despacio, como si fuese un total desconocido -¿Puedo?- dije señalando el banco a su lado y sonriendo ya, mirando esos ojos azules que me devolvieron la mirada y, al parecer, tenían la misma calidez de siempre...

...Todo marcha igual, ni si quiera las clases o el ejercicio matutino de todos los días me hace estar concentrada en lo que debo estar. Cada vez rehuyo más de la gente, ni si quiera finjo sonrisas para complacer a los que están a mi alrededor, realmente poco me importa. Sé que hago daño a los que quiero teniendo este comportamiento tan distanciado y repentino, pero es que no puedo volver a ser la misma estúpida de antes a la que le toman el pelo día sí día también, quizás es que no estoy hecha para tener relaciones amistosas... Y sentimentales ya... Es doloroso tener que escribir lo que siento, es demasiado fustrant Su mano paró en seco y dejó de escribir, había oído la melodía de una voz que para ella era más que conocida. Levantó la cabeza para visualizar el rostro de su amigo, sonriente como siempre, cosa que la contagió y le devolvió una sonrisa sincera. Pronto volvió a su cuaderno, acabó de completar la palabra que había dejado medio hecha y lo cerró, guardando la pluma en la misma hoja y el pequeño frasco lo tapó con su pequeña rosca color negra, para guardarla en el bolsillo de su pantalón. -Disculpas aceptadas. No hay que preguntar, Hugo, no soy un profesor al que debas temer o preguntar si puedes tomar asiento.- Le indicó con su mano derecha el asiento vacío que había a su lado.

Hacía escasas horas que lo había visto, en el desayuno. No se habían parado a charlar, ya que parecía que ninguno de los dos tenía muchas ganas de entablar conversación. Ella misma sabía que era, a estas alturas, más que corriente que se escapase de la miradas de sus amigos, la mayor parte del tiempo quería estar sola, pero sabía que su amigo siempre precisaba de tiempo, quizá por la mañana tenía cosas que estudiar. Fue algo que no pensó mucho, pero sí últimamente había visto a su amigo algo distanciado, pese que todo seguía exactamente igual, seguían manteniendo conversación y, de vez en cuando, se escapaban por las torres, había algo extraño y inusual en su amigo. Le había estado dando vueltas hace un par de minutos en su habitación, pero suponía que sería algo de estrés debido a todo lo que estaba pasando el colegio en estos momentos.
-Por cierto, ¿te ocurre algo? Esta mañana te he visto algo preocupado, quizá.- Fijó su mirada en la del muchacho, siempre le había gustado el color de sus ojos.

La sonrisa que me devolvió Chloé fue lo que me indicó que había hecho bien en ocultar mis sentimientos tras esa sonrisa amable y tierna. Siempre me gustaba hacer reír a mis amigos, siempre que podía y tenía oportunidad me ocupaba de subirles el ánimo por más que el mío estuviese por el piso; pero era con Chloé con quien podía mostrar todo lo que me pasaba sin temor a nada y a quién más me gustaba arrancar sonrisas sinceras y de esas que sabes que pueden iluminar el día más gris... Por alguna razón mi amiga había estado demasiado sumida en sus propios pensamientos y hablar con ella siempre la había ayudado, y a mí también.
Pero no por nada era casi mi sombra; no por nada la podía llamar mi mejor amiga y... no, nada más... eso era... mi mejor amiga... "¿Hugo?" preguntó de nuevo esa voz en mi cabeza. La ignoré y me concentré en la muchacha de ojos azules que tenía frente a mí y que me hablaba, perdiéndose en mi mirada y yo en la suya...
-No es por temor... simplemente te vi tan concentrada que pensé que quizás no querrías una compañía tan molesta como la mía..- comencé y sin dudarlo siquiera me acomodé a su lado y la rodeé con mis brazos apretándola un poco contra mi cuerpo, sintiendo su calidez y una tranquilidad extrema en mi interior. Parecía que todas las dudas y los problemas que pudieran llegar a agobiarme se esfumaran como si fueran humo y con ella a mi lado todo estaba bien... esperaba que le pasase igual; después de todo, para eso son los amigos, ¿verdad?...
Y como era mi amiga, por supuesto que se había dado cuenta de mi distanciamiento y de mi estado de ánimo; a pesar de la gran sonrisa que le dedicaba.
Bajé la mirada y me miré las manos, que se entrelazaban nerviosas. Suspiré y volví a mirarla, esta vez con una sonrisa algo cansina y triste...
-Siento haberme distanciado hoy, leoncita linda...- comencé acariciando cariñosamente su mejilla y sonriéndole -hoy tengo un día algo particular y decaído. ¿Me entiendes? No es nada especial.. simplemente estoy algo decaído y no entiendo la razón...- confesé aunque me guardé mis teorías para mis adentros.
Luego suspiré y volví a sonreír ampliamente.
-Pero la que importa aquí eres tu... ¿qué sucede? ¿Quieres contarme algo?- terminé sintiendo que ella tampoco lo estaba pasando del todo bien y, la verdad, me preocupaba más que yo mismo..

Ignoró su primer comentario, nunca le había gustado hablar sobre su nueva forma de comportamiento, así que decidió no darle más charla a ese asunto. Se dejó llevar por aquel abrazo y cuando estuvo aferrada a él, cerró los ojos y apoyó la barbilla sobre su hombro. Aunque nunca lo dijese, aquellos abrazos era algo que necesitaba, se había vuelto una pequeña rutina diaria. Se separó de él y obtuvo la misma cara de indiferencia que anteriormente tenía en su rostro, normalmente nunca sonreía y en cambio optaba por mostrar una cara limpia y sin gestos. Se fijó en sus manos, se movían inquietas y se entrelazaban entre sí. Frunció el ceño y miró al muchacho, dándose cuenta de que éste tenía la mirada fija en las manos. Notó el suspiro y su mirada se encontró con la de ella.
-Creo que así son todos mis días.- Hizo una pequeña mueca con el labio y rehuyó de su mirada. Sabía como se sentía su amigo, ella misma se sentía así desde hace unos pocos de meses.

Miró hacia un arbusto al lado opuesto en donde tomaba asiento Hugo. Mordió levemente su labio y miró hacia el cielo, despejado y azul como el color de sus ojos. Se sentía culpable en cierto modo de que su amigo estuviese más pendiente de ella que de él mismo. Se había vuelto en una pequeña prioridad y era algo que detestaba, todos querían saber si estaba bien, si estaba mal, si comía, si iba a las clases... De todas las cosas que hubiese deseado, una sería que sus amigos la dejasen algo en paz. Aunque no les culpaba, al revés, les agradecía en silencio todo lo que hacían por ella, pero en cambio era algo que le sentía a veces demasiado agobiante. Quería su espacio y la verdad lo único que hacía era estar acompañada de gente, quizá ellos tuviesen miedo de que cometiera alguna locura... Locura era seguir así por alguien que... Cerró los ojos y volvió la mirada a su acompañante.
-¿Por qué soy yo la que debe importar, eh?- Sonó brusca y seca, sabía que su amigo se sorprendería, o quizás ya no, últimamente se comportaba un tanto borde. -Yo solo quiero que seáis vosotros los que os encontréis bien. Comienzo a cansarme de éstas preguntas, debería de ser yo quien te pregunte qué es lo que realmente te pasa.- Lo agarró de las manos y lo obligó a que la mirase. -Déjame que sea yo la que se preocupe por ti, al menos esta vez. ¿Seguro que estás bien?-

La respuesta de Chloé fue algo brusca y me sorprendió. La calidez que había encontrado en sus ojos apenas llegar y abrazarla se había esfumado por causa de mis palabras y eso no me hacía sentir para nada bien. Yo solamente quería ayudarla... pero en algo tenía razón. Siempre era ella.
Yo también le contaba mis cosas y problemas, pero la mayoría de las veces le preguntaba por su situación y nada más. Había llegado a preocuparme tanto su bienestar que no me di cuenta de que, quizás, lo único que hubiese querido mi amiga era mi compañía, un buen rato de risa, jugar, correr, o hacer cualquier otra cosa que la distrajese de eso que yo le recordaba con cada nuevo interrogante.
Suspiré y bajé la mirada nuevamente.
-Lo siento, leona...- me disculpé y le sonreí -tienes toda la razón del mundo. Intentaré simplemente estar aquí para ti para cuando quieras hablar conmigo de lo que te pasa y me limitaré a ayudarte a sacar esa cara larga que a veces tienes y que yo también y con todo lo demás que pueda, ¿de acuerdo?- intenté enmendar mi error tomando sus manos entre las mías por un instante, y sintiéndome extraño; como si una chispa de esperanza se encendiera en mí de repente, pero.. ¿esperanza de qué?
Luego me dispuse a responder a su pregunta... aunque no sabía bien cómo.
-No estoy demasiado bien, en realidad...- empecé el relato acomodándome a su lado -me encuentro algo distanciado del mundo, de todos, de ti... y eso no me gusta para nada... si bien pongo siempre una sonrisa que oculta todo... pues, ese todo no está nada bien.. Supongo que con todo lo que pasa con papá, la presión de los exámenes, y... bueno... yo... eso...- terminé balbuceando porque había algo en mi interior que no podía compartir porque ni yo mismo entendía qué significaba. Y lo peor, era que nos involucraba a ambos...
La miré y suspiré, encogiéndome de hombros, intentando restar importancia a los sentimientos que sabía estaban aflorando en mí y a esas ganas prácticamente irrefrenables de lanzarme a sus brazos y tenerla en los míos...

Justo al ver la cara que se había formado en la de su amigo, esta comenzó a sentirse demasiado mal consigo misma. Nunca había querido que su amigo le sentase mal su comentario, pero sí últimamente hacía que esto se hiciese cada vez más frecuente. Debía de medir sus palabras si es que no quería herir los sentimientos de su amigo, con su carácter frío y seco nunca conseguía nada bueno, pero no podía volver a ser la de antes, es más, no quería. Suspiró y miró hacia otro lado, apartándose de las manos del chico, otra vez lo había hecho.

Se levantó y empezó a dar unas vueltas por el pequeño terreno. Había dejado su cuaderno en el asiento, posó sus manos sobre la cabeza y volvió a suspirar nuevamente. Se iba a volver loca, si es que no lo estaba ya. Debía de razonar un poco, no quería que sus amigos se preocupasen tanto por ella, pero en cambio temía hacerles daño con sus respuestas y acciones. Y era eso algo que le atormentaba enormemente, Hugo era alguien demasiado importante para ella, como para estar contestándole de esa forma, pero en cierto modo ella tenía algo de razón. Se volvió hacia su amigo y volvió a donde estaba.
-Perdóname.- Se dignó a decir. Era una respuesta demasiado pobre, pero poco más podía decirle.

Había escuchado con determinación todo lo que decía, Hugo parecía sentirse igual que ella, lo comprendía demasiado. No podía darle un buen consejo sobre aquello, quizá que se olvidase de todo y hiciera alguna locura, pero Chloé era propensa a meter en líos a su amigo, aunque con el cargo de Prefecta, más de una vez se han salido con la suya. Sonrió levemente al acordarse de todas estas escapadas que había hecho junto a él, cada vez se iba dando cuenta de lo importante que se estaba convirtiendo su amigo.
-¿Quieres un consejo?- Comenzó. Sabía que ese mismo consejo era casi parecido al que la mayoría de personas le decían a ella, pero, en cambio, nunca cumplía. -Pienso que tienes que olvidarte del mundo, al menos por unos momentos. Creo que tienes demasiadas cosas en tu cabeza que no dejan que estés bien, deberías de sacarlo todo afuera.- Miró a su amigo compasiva, no sabía bien por lo que estaba pasando, lo que sí sabía era que quería ayudarlo.