Con el tiempo... | Skyller

Aquella mañana había despertado sin necesidad de una alarma. Mi cuerpo simplemente se oponía a prolongar el descanso que necesitaba. Cada mañana era la misma historia, cada sentido se encontraba listo y al acecho cuando el reloj marcaba las seis en punto. Me temía que tuviera que usar una dosis más fuerte de poción del sueño para obligarme a dormir una hora más. Pero si mi caso parecía malo, el de mi compañero rubio de habitación podía simplemente llamarse caótico. Por las noches no le veía llegar y acostarse en su cama, por las mañanas cuando me levantaba resignado a no poder continuar mi sueño, él ya no se encontraba allí. Su cama se encontraba tan pulcramente arreglada como el día anterior. De no ser porque me levantaba a media noche para ir al baño y lo veía tranquilamente recostado y con un suave respirar, juraría que el chico no dormía.

En cuanto terminé de ponerme el uniforme y arreglarme, salí de la habitación de los chicos con mi mochila al hombro. No planeaba regresar hasta la tarde al terminar las clases, así que después desayunar me marcharía a algún otro sitio para revisar un viejo libro polvoroso de pociones. La sala común estaba inhabitada a aquellas horas, la atravesé en silencio y salí de las mazmorras en dirección al gran comedor. Usualmente no era el único con complicaciones para dormir, pocos y esporádicos chicos y chicas de otros cursos y casas, se encontraban ya allí. Y con forme la mañana avanzaba, el comedor cobraba más vida, ése era el momento en que yo me marchaba. Los lugares con multitud me aturdían.

Me senté en la mesa que venía ocupando desde hace seis años y acomodé mis cosas a un lado. El primer plato no tardó en aparecer, a éste le siguieron otros más. Con cara de dicha comencé a servir mi porción en otro. Tomé algo de cada cosa, la comida de Hogwarts siempre sabía a hogar, cariño y calidez.

Supongo que esa mañana me sentía más que viva, ya que había amanecido del todo contenta. No sabía ni si quiera el motivo, pero que más daba. No eran raros mis cambios de humor de un día para otro; podía levantarme dando saltos, al rato acostarme llorando y al día siguiente por la mañana de nuevo dando saltos de alegría. Normalmente me caracterizaban como bipolar, no descartaba la opción, era bastante rara en ese aspecto. Lo peor era cuando me sentía mal conmigo misma y desconocía el porque. Pero sentirse radiante y no saber el motivo me la traía floja.

De un salto me había colocado el uniforme y arreglado bien la falda, a ser posible dándole una pequeña vuelta de más para que fuese más corta, tan larga me agobiaba. Sobre las ventanas se asomaba un enorme sol, aunque nos encontrásemos en pleno inverno, habían días que el tiempo se comportaba. No obstante, el frío permanecía fuera, así que no dudé en colocarme la túnica y la capa por encima de esta. Agarré la bolsa de mano y guardé la varita en la túnica.

Mis tripas rugían cual lobo hambriento, por lo que no dudé un segundo en bajar al comedor. Medio cruzaba los dedos para que algunos de mis pequeños amigos estuviesen por allí, sería una mañana demasiado larga la de ese día y prefería comenzarla con el apoyo de Al y Scor. Intenté que no se me notase demasiado entusiasmada, cosa que era meramente imposible. La alegría recorría toda mi sangre por las venas y salía por mis poros, no podía negar que hoy estaba completamente feliz.

A lo lejos pude divisar a un muchacho de pelo oscuro fijar la vista en su comida, cosa que yo hice al instante. Un siniestro y doloroso rugido salió de entre mi estómago y no dudé en acercarme a él sigilosamente. Colgué bien mi bolsa sobre el hombro y cuando estuve detrás de él, tapé sus ojos.
—Espero ser quien no esperabas que fuese.- Sonreí ante aquel medio acertijo. Ni medio sabía si eso estaba bien dicho, pero no importaba, lo único que quería dejar constancia era que su maldita amiga, la cual le había echado de menos, estaba aquí para molestarle el desayuno. —Muero de hambre, ¿puedo?- Solté la pesada bolsa al lado de la que parecía ser la suya y cogí una pequeña frambuesa de su plato. Adoraba las frutas, a demás no engordaban. Me senté justo a su lado, intentando tampoco ser una demasiada molestia para Al. De pronto un plato apareció delante de mí. Sonreí ante eso. —Dime, ¿qué tal estás?- Pude decir mientras devoraba una tostada de mermelada.

Recién terminaba de acomodar mis alimentos sobre el plato, cuando un par de manos cubrió mis ojos, bloqueando mi sentido de la vista. Aguardé a escuchar a la voz dueña de dichos miembros, estaba seguro de que a no ser que fueran de alguien a quien le tuviera plena confianza, otra persona no se hubiera atrevido a hacerlo. Y no es porque yo fuera una persona intimidante (ése era el trabajo de Malfoy), sino más bien un chico poco social por decirlo de alguna forma. Además por el tamaño, la textura y la ola de un perfume suave que acompañaba a esa figura, me imaginaba ya quién podría ser.

―Siendo así, con seguridad puedo decir que no lo eres porque de hecho no esperaba a nadie. El frío matutino ahuyenta a los pocos valientes que suelen madrugar

Sin esperar por mucho más tiempo Skyller soltó su bolso, el cual cayó sobre la banca que servía de asiento. Lo que me sorprendió un poco porque el sonido producido por aquel inofensivo artículo fue totalmente diferente al que normalmente hubiera esperado que hiciera uno. Le miré son una sonrisa mientras la comida de mi plato iba a parar a sus manos y después directa a su boca. Pocas veces veía a Skyller en el desayuno, principalmente por mis desordenes de sueño que me obligaban a levantarme y visitar el gran comedor cuando el resto de la población se encontraba aun durmiendo. Era más común que nos encontráramos a la hora del almuerzo y la cena, contrario a Scorpius a quien rara vez le veíamos comer algo.

―Es una buena mañana― respondí cuando me preguntó por mi estado. Me gustaba ese aire fresco y frío de cada día al despertar, era revitalizador y alertaba a mis sentidos aun adormilados. Esta mañana en especial parecía notablemente llena de energía por haberla encontrado. Skyller siempre estaba animada y me contagiaba rápidamente de su alegría.  Seguí su ejemplo y probé algo de mi propio plato, si había algo que no se rechazaba eso era comida. ―Lo que me recuerda, ¿qué haces levantada a tan temprana hora?― estaba seguro que apenas pasaban de las siete, y las clases no comenzarían hasta dentro de una hora o dos.

Estaba completamente atenta a mi desayuno, fijándome en como a cada cosa que engullía, volvía a salir en el plato. ¡Arte de magia! Parpadeé ante ese pensamiento tan absurdo de un niño de primer año, aún así no pude evitar reír internamente. Quien me viese, podría jurar que no prestaba atención alguna al compañero que tenía a mi lado, pero no era así, aunque deboraba vorazmente el alimento de mi plato, tenía los oídos fijos en Albus. Tampoco es que hiciese muchos años que lo conocía, concretamente un año y medio, no llevaba la cuenta. Lo que sí era cierto, conocía muy bien a Al y sabía que era bastante callado y tímido; al principio me chocó teniendo unas personalidades un tanto diferentes, pero con el tiempo conseguí amoldarme, tanto a él como a Scorpius, que era algo más difícil. Los dos eran unos chicos demasiado complejos, cosa que al principio me disgustaba, pero con el paso del tiempo veía como un pequeño reto saber como es que eran de verdad, tras esa fachada de "no me importa nada" o "soy un chico tímido que le gusta estar solo". Yo misma era en cierto modo parecida a ellos, ya que bueno, no es que fuese demasiado amigable con gente que no me caía bien, simplemente lo era con mis más allegados. Pero no veía eso un defecto, no, no.

Masticaba ya un par de frutas cuando llegaron a mis oídos las primeras palabras de mi amigo. Que novedad, me dije. Como anteriormente había recalcado, sabía que era un chico un tanto solitario, pero me gustaba molestarlo con mi compañía. Y tampoco me sorprendió lo que después dijo, pero no era por lo que había dicho, si no por el que. No había respondido a mi respuesta, al menos no como debería. Y no lo tenía en cuenta, si es que él no decidía decirme como estaba, ya que bueno, al menos lo intuía, no sería una molestia, al menos no más. Por lo que me limité a seguir comiendo y estar atenta al chico, cuando se me escapó una pequeña sonrisa traviesa y dejé sobre la mesa el vaso que hace segundos bebía, girándo la cabeza para mirarlo a los ojos.

—Creo que hay algo dentro de mí que me ha hecho despertarme tan temprano, no sé. Quiero decir, simplemente me he despertado a estas horas y no soy quien para desobedecerme.- En mis labios se trazó una gran sonrisa. Siempre había pensado que los días en los que me sentía con mayor energía era por algo en particular, quizás mi objetivo de hoy era animar a Albus, quien sabía. Cosa que siempre me proponía, al menos cuando me sentía mejor que él, ya que muchos días mi estado de ánimo era peor que el de El Barón Sanguinario. —Cosa que hace preguntarme, entonces, ¿y tú?- Hacía bastante que no veía a Albus y no digamos a Scorpius por el Gran Comedor. Tampoco les recriminaba, ya que entendía perfectamente, o al menos eso creía, el porque no subían a comer. Ni si quiera yo iba mucho por allí, pero el hambre siempre era mayor, por eso se me veía el pelo por allí muy de vez en cuando. —Todavía me sorprende más verte por aquí.- No podía recordar bien si es que Al era un chico madrugador, aunque todos los fuesen ya que de una forma u otra había que levantarse para ir a las clases. Pero sí sabía o al menos intuía, que últimamente no podía dormir bien, o al menos podía ver merodear a Scorpius a altas horas de la noche, por equis motivos, pero al fin y al cabo, despierto y fuera de su cama. Tampoco preguntaba mucho, ya que hasta yo misma no podía dormir bien y conseguía estar en brazos de Morfeo a altas horas de la madrugada, si es que podía dormir. Pero al menos intentaba hacer que mi día a día fuese un poco parecido a antes, estudiaba, iba a las clases y demás, me esforzaba por creer que nada de esto había pasado, y obviamente, sin éxito alguno.