Let's get fun//Rose Weasley + Frank Longbottom

En algo Rose y yo estábamos de acuerdo: era hora de que el joven Frank Longbottom entrara en el oscuro y emocionante mundo de los alborotadores de Hogwarts. Ya había demostrado antes su valía, y como éste era el último año de Fred y mío era un buen momento para buscar a los que continuarían con nuestro legado de frustrar a los profesores (en especial al despreciable director); y estaba bastante seguro de que Frank y Rosie harían un trabajo excelente como los líderes alborotadores.

Desde que habíamos acordado que Frankie nos ayudaría a armar la nueva broma de este segundo periodo escolar (ya que Fred se había contagiado de la temible fiebre del estudio en el último año) había estado meditando el lugar idóneo para llevarla a cabo; por un momento consideré el enviar a unos cuantos escarbatos por la ventana del Director, para que Vladimir fuera mordido y atormentado por esas valientes criaturas, pero el hecho de que el nuevo régimen permitía matar estudiantes a diestra y siniestra (en especial a los miembros de mi casa, que no soportan al viejo Rumonov), de que Alice me asesinaría lenta y cruelmente si algo le pasaba a su hermano menor y de que jamás dejaría que alguno de esos malditos mortífagos pusieran un dedo en mi adorada prima Rose, hizo que por primera vez desde que entré al colegio, me pensara bien las cosas.

Después de unos días de considerar la idea, encontré el lugar perfecto: el pasillo prohibido. Nunca nos habían prohibido el acceso a ningún lugar especial del castillo (sólo al Bosque, pero hacíamos los oídos sordos) y el hecho de que los Slytherin se afanaban en que ningún estudiante o maestro que no estuviera de su lado se acercara a ese lugar especial de la tercera planta hizo que mi atención se fijara de manera especial en él. ¿Qué podría estar escondiendo el Director para que no permitiera la entrada? ¿Podría ser un secreto que valiera la pena desvelar, una forma para acabar con todos nuestros problemas? Sin esperar más tiempo, corrí hacia la lechucería, donde probablemente Poppy (mi lechuza, que a veces me detestaba por haberle puesto Popcorn) estaría disfrutando de su desayuno matinal, unos deliciosos huesos de roedor.

Por suerte para mí, una vez en la torre de las lechuzas, pude distinguir las plumas moteadas de mi fiel compañera, así que llegué corriendo hasta ella con las misivas listas y bien escondidas en mi mochila. Poppy me miró, con el brillo de la curiosidad iluminando sus ojos ambarinos, y bajó de su percha para colocarse en mi hombro, la patita lista para amarrarle las cartas que pensaba enviar.

- Pequeña, gracias por tu disposición, pero ¿no crees que mi hombro es un lugar un poco inconveniente para poder atarte los pedazos de pergamino?

Me encantaba pincharla por las mañanas, pero así había sido nuestra relación desde que tenía 11 años, por lo que sólo me mordió la oreja izquierda con un poco más de fuerza de la usual. Saqué los papeles y Pop voló hacia el alfeizar de la ventana, aún con la pata extendida; las misivas eran semejantes “Reunión en el pasillo prohibido del 3° piso. Que nadie los vea salir. James” pero a Frankie le había adicionado que no se le ocurriera decirle nada de esto a su hermana. Confiaba en el chico, era uno de mis mejores amigos junto con Fred, pero Ali parecía omnipresente en cualquier cosa que involucrara a sus hermanos. Amarré las cartas a la pata de mi lechuza y ésta, como si me hubiera leído el pensamiento, salió volando para encontrar a los destinatarios de mi correo.

Confiaba en que sería prudente y no les entregaría nada si veía que estaban rodeados de Slytherin o profesores, porque el contenido podía ser muy incriminatorio y nos traería muchos problemas; por mi parte salí corriendo de la lechucería después de verla partir, consciente de que era una hora perfecta para colarme por los pasillos. La mayoría de la gente estaría en el Gran Comedor o caminando hacia sus clases, y gracias a que DCAO era en la misma planta podía fingir que era un alumno responsable y me dirigía a clase, pero en el momento adecuado (y con la ayuda de los Merodeadores) me desviaría hacia el pasillo prohibido. Y aunque el Director no escondiera nada en especial, mi mente ya estaba maquilando lo que con mucha probabilidad sería la mejor broma del siglo, y una buena iniciación para Frank y Rosie.