AÑO 2022. DESPUÉS DE LA PRIMERA GUERRA MÁGICA, LA PAZ REINÓ DURANTE LARGOS AÑOS. AQUELLOS QUE LUCHARON EN LA GUERRA CONTRA EL MAL, HICIERON SUS FAMILIA Y ACTUALMENTE SUS HIJOS SE ENCUENTRAN ESTUDIANDO EN HOGWARTS DE MAGIA Y HECHICERÍA.
TODO ERA PAZ, HASTA QUE REGRESÓ BELLATRIX LESTRANGE, QUE VOLVIÓ DE ENTRE LAS SOMBRAS FINGIENDO SU MUERTE Y ADUEÑÁNDOSE DEL MUNDO MÁGICO Y MUGGLE, HASTA DE HOGWARTS. UN NUEVO DIRECTOR REINA EN EL COLEGIO VOLVIENDO TODO A SU ANTOJO, TOQUES DE QUEDA, LOS SLYTHERIN Y MORTÍFAGOS SON DUEÑOS DENTRO DEL COLEGIO. LOS VAMPIROS SE HAN UNIDO A LA CAUSA Y AHORA ALGUNOS ESTUDIAN EN HOGWARTS, TODO PARA ACABAR LO QUE UN DÍA EL SEÑOR TENEBROSO NO PUDO TERMINAR.
TODO ERA PAZ, HASTA QUE REGRESÓ BELLATRIX LESTRANGE, QUE VOLVIÓ DE ENTRE LAS SOMBRAS FINGIENDO SU MUERTE Y ADUEÑÁNDOSE DEL MUNDO MÁGICO Y MUGGLE, HASTA DE HOGWARTS. UN NUEVO DIRECTOR REINA EN EL COLEGIO VOLVIENDO TODO A SU ANTOJO, TOQUES DE QUEDA, LOS SLYTHERIN Y MORTÍFAGOS SON DUEÑOS DENTRO DEL COLEGIO. LOS VAMPIROS SE HAN UNIDO A LA CAUSA Y AHORA ALGUNOS ESTUDIAN EN HOGWARTS, TODO PARA ACABAR LO QUE UN DÍA EL SEÑOR TENEBROSO NO PUDO TERMINAR.
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You wake me up and its all over || Albus Potter
2 participantes
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You wake me up and its all over || Albus Potter
Había sido un día bastante pesado, las clases duraron más que de costumbre y el ambiente se fue enfriando poco a poco. Realmente no sabía cómo había ido a parar a las orillas del gran lago negro, con las nubes oscuras anunciando tormenta y el viento frío lanzándome el cabello al rostro cada que lograba acomodarlo detrás de las orejas; si tenía que ser sincera debía admitir que odiaba aquel clima, siempre me había gustado más el cálido ambiente del otoño, ni demasiado caliente ni demasiado frío como para helarme las manos aunque estas se encontraran resguardadas a buen recaudo detrás de los mullidos guantes de lana que mi madre me enviara después de las vacaciones de Navidad.
Me encontraba sentada sobre el verde pasto, hecha un ovillo mientras trataba inútilmente de calentarme enredándome con la capa negra con motivos amarillos que tenía sobre mis hombros. Hacía poco rato que me había encontrado con Frank y él, al verme tiritando de frío, me prestó amablemente su bufanda dorada con escarlata, la cual descansaba a mis pies sin ser capaz de tocar mi tibio cuerpo. No sabía porque pero dudaba que esos colores me quedaran bien, aunque no era una fan del amarillo, no me molestaba llevarlo siempre que estaba en la escuela puesto que después de los primeros 4 años ya me había resignado a que ese siempre sería el color que me identificaría en el colegio. Había sido la única de los Longbottom en terminar en la misma casa que nuestra madre, Hannah Abbott, y aunque ella siempre dijo que no le importaba en que casa quedáramos, cada que me ve con mi uniforme puedo notar la chispa de orgullo que sale de sus ojos azules, siempre parecidos a los míos.
La verdad es que no estaba tan mal, mis compañeros eran muy buenas personas y había encontrado muy buenos amigos en mi casa, la cual se convirtió en mi casi familia después de haber vivido en ella los últimos años de mi infancia, mi total adolescencia y los inicios de mi juventud, aunque no podía atribuirle todos los logros que había obtenido en mi vida. Un ejemplo de ello se encontraba en la persona que tenía mi corazón y, aunque jamás llegaría a admitirlo, siempre lo había tenido. Suspiré sonoramente y miré con el ceño fruncido al cielo encapotado, tratando de echarle la culpa a todas las cosas que no me habían salido bien en mis cortos diecisiete años de vida; mi relación con Kristen era una de ellas, no estaba segura de exactamente en qué momento nos habíamos vuelto tan distantes…distantes como aquella persona, el chico de ojos verdes por el que aún siento cosas que son buenas solo cuando se callan.
Desesperada por el incómodo giro de mis pensamientos le doy una fuerte patada al suelo y veo como unas cuantas hebras de pasto salen volando en todas direcciones, arrancadas por mi súbito berrinche. Pongo mala cara ante esta situación, no me gusta hacerle daño a aquello que no me ha perjudicado, más sé que no hay nada que pueda hacer para remediarlo, puesto que aunque vuelva a poner la tierra en su lugar, la vida de esas pequeñas plantas se habrá perdido para siempre; vuelvo a soltar un ligero suspiro exasperada por mi sentimentalismo cuando un extraño sonido me advierte que ya no me encuentro sola, me tenso inmediatamente y, sacando mi varita ilumino un pequeño espacio entre las tierras que me rodean dispuesta a ser la que lance el primer golpe cuando repentinamente vislumbro la silueta alta y desgarbada de un chico, un chico de cabellos negros azabache que de alguna forma se parecen a los míos; piel blanca y de apariencia tersa, uniforme escolar con decorados verdes que combinan perfectamente con el jade de sus ojos.
Lo reconozco enseguida y el odio que tengo hacia mi persona se intensifica al notar como mi pulso se ha alterado con su simple presencia. Entrecierro los ojos ligeramente y pregunto con la voz entrecortada: -Al…¿eres tú?- sé que tal vez sonara un poco tonta, más la experiencia me ha hecho desconfiar de las personas que se esconden en las sombras y, dado que inexplicablemente estoy ansiosa por escuchar su calmada voz, trato de ser la que da el primer paso, siempre el primer paso.
Me encontraba sentada sobre el verde pasto, hecha un ovillo mientras trataba inútilmente de calentarme enredándome con la capa negra con motivos amarillos que tenía sobre mis hombros. Hacía poco rato que me había encontrado con Frank y él, al verme tiritando de frío, me prestó amablemente su bufanda dorada con escarlata, la cual descansaba a mis pies sin ser capaz de tocar mi tibio cuerpo. No sabía porque pero dudaba que esos colores me quedaran bien, aunque no era una fan del amarillo, no me molestaba llevarlo siempre que estaba en la escuela puesto que después de los primeros 4 años ya me había resignado a que ese siempre sería el color que me identificaría en el colegio. Había sido la única de los Longbottom en terminar en la misma casa que nuestra madre, Hannah Abbott, y aunque ella siempre dijo que no le importaba en que casa quedáramos, cada que me ve con mi uniforme puedo notar la chispa de orgullo que sale de sus ojos azules, siempre parecidos a los míos.
La verdad es que no estaba tan mal, mis compañeros eran muy buenas personas y había encontrado muy buenos amigos en mi casa, la cual se convirtió en mi casi familia después de haber vivido en ella los últimos años de mi infancia, mi total adolescencia y los inicios de mi juventud, aunque no podía atribuirle todos los logros que había obtenido en mi vida. Un ejemplo de ello se encontraba en la persona que tenía mi corazón y, aunque jamás llegaría a admitirlo, siempre lo había tenido. Suspiré sonoramente y miré con el ceño fruncido al cielo encapotado, tratando de echarle la culpa a todas las cosas que no me habían salido bien en mis cortos diecisiete años de vida; mi relación con Kristen era una de ellas, no estaba segura de exactamente en qué momento nos habíamos vuelto tan distantes…distantes como aquella persona, el chico de ojos verdes por el que aún siento cosas que son buenas solo cuando se callan.
Desesperada por el incómodo giro de mis pensamientos le doy una fuerte patada al suelo y veo como unas cuantas hebras de pasto salen volando en todas direcciones, arrancadas por mi súbito berrinche. Pongo mala cara ante esta situación, no me gusta hacerle daño a aquello que no me ha perjudicado, más sé que no hay nada que pueda hacer para remediarlo, puesto que aunque vuelva a poner la tierra en su lugar, la vida de esas pequeñas plantas se habrá perdido para siempre; vuelvo a soltar un ligero suspiro exasperada por mi sentimentalismo cuando un extraño sonido me advierte que ya no me encuentro sola, me tenso inmediatamente y, sacando mi varita ilumino un pequeño espacio entre las tierras que me rodean dispuesta a ser la que lance el primer golpe cuando repentinamente vislumbro la silueta alta y desgarbada de un chico, un chico de cabellos negros azabache que de alguna forma se parecen a los míos; piel blanca y de apariencia tersa, uniforme escolar con decorados verdes que combinan perfectamente con el jade de sus ojos.
Lo reconozco enseguida y el odio que tengo hacia mi persona se intensifica al notar como mi pulso se ha alterado con su simple presencia. Entrecierro los ojos ligeramente y pregunto con la voz entrecortada: -Al…¿eres tú?- sé que tal vez sonara un poco tonta, más la experiencia me ha hecho desconfiar de las personas que se esconden en las sombras y, dado que inexplicablemente estoy ansiosa por escuchar su calmada voz, trato de ser la que da el primer paso, siempre el primer paso.
Re: You wake me up and its all over || Albus Potter
Era tarde ya, cuando había dejado las mazmorras para dar una vuelta alrededor del lago. Después de haber pasado parte del medio día y unas cuantas horas siguientes al almuerzo en la biblioteca, mi informe de transformaciones estaba listo para ser entregado a la mañana siguiente. Cincuenta y seis centímetros de pergamino reposaban en mi mochila, y yo, yo me sentía satisfecho y resignado al mismo tiempo. En primera por no llegar con las manos vacías a la clase, y en segunda por no haber profundizado más en el tema. Lo cierto es que apenas y había pasado por unas cuantas líneas el mínimo de extensión que el profesor solicitaba. Sabía que de no haber dejado el trabajo a la espera, y sobre todo de no haber confiado en que Scorpius tendría algo de tiempo para asesorarme, la historia habría sido diferente. Por suerte mi miedo a tener que pasar la noche en vela escribiendo cada idea que mi pobre cerebro estresado arrojara, había quedado solo en un mal sabor de boca.
Fuera, el clima frío relajaba mis músculos, y mi mente se sentía a gusto por el paisaje congelado que se presentaba antes mis ojos. Mis paseos por la orilla del lago se habían convertido en casi una rutina obligatoria de mí día a día desde que había regresado hacía cuatro meses, casi cinco, al colegio. Encontraba aquel lugar tan concurrido en primavera-verano y tan olvidado en otoño-invierno, fascinante. El agua ondulante, sus matices según fuera la hora del día, sus raros habitantes, la vegetación que lo rodeaba, el sentimiento que transmitía. Aquel era uno de mis lugares preferidos, solo por debajo de las mazmorras. Y no es que yo prefiriera la sala común siempre solitaria y fría, aunque de cierta forma tenía que ver el hecho que lo fuera, sino más bien amaba la tonalidad que adoptaba cuando el agua reflejaba un azul algo verdoso al interior de la misma. No sería lo mismo si no existieran ambas partes, mi amor por ambos lugares era proporcional.
Me gustaba pensar que todo en mí era de aquella forma, que todo estaba en proporción, distribuido con justicia y equitativamente. La verdad, bueno, ella se encontraba algo distante de mi premisa. Me encontraba en desbalance, y eso me afectaba lentamente, consumiéndome. Algunos días mi lado más oscuro y menos agradable salía a divertirse, a lucirse; aquellos días eran los que más me asustaban, de los que intentaba huir. No podía creer que yo fuera tan cruel e indiferente con las personas, ¿dónde quedaba mi humanidad? ¿Dónde quedaba yo? Otros, los más apacibles y alegres, mi parte más noble se desvivía por enmendar el daño que mi otro yo ocasionaba. Curaba, aliviaba y sanaba heridas sin importar el proceso de curación en que se encontrasen, incluso si estaban cerradas ya, como si supiera y deseara prevenir que sangraran de nuevo.
Si caminaba me sentía ligero, me sentía distante, olvidado, y sobre todo, me sentía como yo. ¿Caminar por toda la vida, eternamente, sería una opción para mí? Últimamente me sentía más seguro en tierra que en el cielo, sobre una escoba. La idea de dejar el equipo de quidditch había estado rondando mi mente hacía un par de días, si aún no lo había hecho era porque la temporada estaba por comenzar; y aquello era lo único que hacía que mi rubio amigo se iluminara, creyera y se apasionara por algo. Yo no podía simplemente llegar y decirle que no quería jugar más.
Mis piernas avanzaban sobre tierra y hierbas semi-ocultas por la última nevada, inconscientemente sorteando y saltando las piedras y las imperfecciones del hosco terreno. Pasar cada día por aquellos lares había dado como resultado un mapa detallado de la zona, en mi cabeza. Mis manos enfundadas en guantes, seguían guardadas en el interior de la capa que me cubría; mientras mi cuello era envuelto por la tela tibia de los colores de mi casa. Que la chimenea de Slytherin pasara más tiempo apagada que encendida no significaba que me fuera indiferente el clima, disfrutaba del frío pero tampoco deseaba enfermarme.
Llegaba a la parte más alejada del castillo, y por tanto la menos frecuentada, cuando me percate que alguien más se encontraba allí. No aligeré el paso y continué avanzando como si no se tratara de nada. No estaba acostumbrado a toparme con muchas personas durante mi trayecto, después de todo el invierno las forzaba a resguardarse en el interior, donde el cálido fuego existía intermitentemente, de igual forma creí que fuera quién fuese no me prestaría importancia. Me equivoqué. La figura en el suelo pareció reconocerme pues me llamó por mi nombre, y no cualquiera de mis nombres, la voz solo dijo las dos primeras letras. Me acerqué curioso de averiguar quién podría ser, mejor dicho, quién podría encontrarse en este aislado lugar conmigo. Poco a poco, apartando algunas ramas del camino, avancé hasta quedar en el mismo espacio donde esa persona estaba.
―Lo lamento, no quise asustarte― dije con una tímida sonrisa. De entre todos, debí pensar que sería ella. Solía pensar que tanto Alice como yo, éramos seres que se sentían solos internamente pese a que contábamos con amigos, familiares y conocidos. Desde que éramos pequeños, solo ella y yo nos oponíamos a los juegos irrazonables, léase peligrosos y que nos dejarían castigados, de James y Frank. Creía ver en ella a alguien que entendía mi forma de pensar y ver las cosas.
Seguí acercándome hasta llegar a su lado. Se veía pequeña e inquieta. Quizá la había interrumpido mientras hacía algo importante. Me detuve dubitativo en mi marcha. ―No esperaba encontrar a alguien por aquí, me he llevado también una sorpresa. Una agradable. Pero probablemente estés ocupada y yo solo estoy molestandote― me disculpé apresuradamente ante mi comportamiento. No habíamos pasado demasiado tiempo juntos como para tener la confianza de sentarme a su lado e iniciar una charla, pese a que era lo que quería. Me asombró y desconcertó saber que yo en verdad deseaba quedarme allí con ella, aunque fuera solo para tener compañía.
Fuera, el clima frío relajaba mis músculos, y mi mente se sentía a gusto por el paisaje congelado que se presentaba antes mis ojos. Mis paseos por la orilla del lago se habían convertido en casi una rutina obligatoria de mí día a día desde que había regresado hacía cuatro meses, casi cinco, al colegio. Encontraba aquel lugar tan concurrido en primavera-verano y tan olvidado en otoño-invierno, fascinante. El agua ondulante, sus matices según fuera la hora del día, sus raros habitantes, la vegetación que lo rodeaba, el sentimiento que transmitía. Aquel era uno de mis lugares preferidos, solo por debajo de las mazmorras. Y no es que yo prefiriera la sala común siempre solitaria y fría, aunque de cierta forma tenía que ver el hecho que lo fuera, sino más bien amaba la tonalidad que adoptaba cuando el agua reflejaba un azul algo verdoso al interior de la misma. No sería lo mismo si no existieran ambas partes, mi amor por ambos lugares era proporcional.
Me gustaba pensar que todo en mí era de aquella forma, que todo estaba en proporción, distribuido con justicia y equitativamente. La verdad, bueno, ella se encontraba algo distante de mi premisa. Me encontraba en desbalance, y eso me afectaba lentamente, consumiéndome. Algunos días mi lado más oscuro y menos agradable salía a divertirse, a lucirse; aquellos días eran los que más me asustaban, de los que intentaba huir. No podía creer que yo fuera tan cruel e indiferente con las personas, ¿dónde quedaba mi humanidad? ¿Dónde quedaba yo? Otros, los más apacibles y alegres, mi parte más noble se desvivía por enmendar el daño que mi otro yo ocasionaba. Curaba, aliviaba y sanaba heridas sin importar el proceso de curación en que se encontrasen, incluso si estaban cerradas ya, como si supiera y deseara prevenir que sangraran de nuevo.
Si caminaba me sentía ligero, me sentía distante, olvidado, y sobre todo, me sentía como yo. ¿Caminar por toda la vida, eternamente, sería una opción para mí? Últimamente me sentía más seguro en tierra que en el cielo, sobre una escoba. La idea de dejar el equipo de quidditch había estado rondando mi mente hacía un par de días, si aún no lo había hecho era porque la temporada estaba por comenzar; y aquello era lo único que hacía que mi rubio amigo se iluminara, creyera y se apasionara por algo. Yo no podía simplemente llegar y decirle que no quería jugar más.
Mis piernas avanzaban sobre tierra y hierbas semi-ocultas por la última nevada, inconscientemente sorteando y saltando las piedras y las imperfecciones del hosco terreno. Pasar cada día por aquellos lares había dado como resultado un mapa detallado de la zona, en mi cabeza. Mis manos enfundadas en guantes, seguían guardadas en el interior de la capa que me cubría; mientras mi cuello era envuelto por la tela tibia de los colores de mi casa. Que la chimenea de Slytherin pasara más tiempo apagada que encendida no significaba que me fuera indiferente el clima, disfrutaba del frío pero tampoco deseaba enfermarme.
Llegaba a la parte más alejada del castillo, y por tanto la menos frecuentada, cuando me percate que alguien más se encontraba allí. No aligeré el paso y continué avanzando como si no se tratara de nada. No estaba acostumbrado a toparme con muchas personas durante mi trayecto, después de todo el invierno las forzaba a resguardarse en el interior, donde el cálido fuego existía intermitentemente, de igual forma creí que fuera quién fuese no me prestaría importancia. Me equivoqué. La figura en el suelo pareció reconocerme pues me llamó por mi nombre, y no cualquiera de mis nombres, la voz solo dijo las dos primeras letras. Me acerqué curioso de averiguar quién podría ser, mejor dicho, quién podría encontrarse en este aislado lugar conmigo. Poco a poco, apartando algunas ramas del camino, avancé hasta quedar en el mismo espacio donde esa persona estaba.
―Lo lamento, no quise asustarte― dije con una tímida sonrisa. De entre todos, debí pensar que sería ella. Solía pensar que tanto Alice como yo, éramos seres que se sentían solos internamente pese a que contábamos con amigos, familiares y conocidos. Desde que éramos pequeños, solo ella y yo nos oponíamos a los juegos irrazonables, léase peligrosos y que nos dejarían castigados, de James y Frank. Creía ver en ella a alguien que entendía mi forma de pensar y ver las cosas.
Seguí acercándome hasta llegar a su lado. Se veía pequeña e inquieta. Quizá la había interrumpido mientras hacía algo importante. Me detuve dubitativo en mi marcha. ―No esperaba encontrar a alguien por aquí, me he llevado también una sorpresa. Una agradable. Pero probablemente estés ocupada y yo solo estoy molestandote― me disculpé apresuradamente ante mi comportamiento. No habíamos pasado demasiado tiempo juntos como para tener la confianza de sentarme a su lado e iniciar una charla, pese a que era lo que quería. Me asombró y desconcertó saber que yo en verdad deseaba quedarme allí con ella, aunque fuera solo para tener compañía.
Albus S. Potter- Estudiante Slytherin • Prefecto
- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 05/01/2014
Re: You wake me up and its all over || Albus Potter
Una parte de mi esperaba que no escuchara mi llamado, que el viento helado se llevara mi voz lejos y me dejara únicamente con la visión de su persona alejándose de mí, tal y como siempre había sido. Me sorprendió mucho el percatarme de que efectivamente me había oído y que, además, se acercaba a mí con paso lento y expresión curiosa; mi corazón comenzó a ir más rápido de lo que acostumbraba y nuevamente odie las reacciones que él me provocaba, había veces en las que deseaba volver a cuando éramos niños y él simplemente era uno de mis mejores amigos, aquel que entendía mi reacia actitud ante los juegos descabellados que se inventaban Frank y James, siendo casi irónicamente el otro lado de la moneda de esos dos.
Sin saber exactamente porque, durante los escasos segundos en los que tardó en llegar a mi lado tuve la repentina urgencia de salir huyendo. No es que le tuviera miedo, Al no era la clase de persona que provocara tales pensamientos, aunque el hecho de que mis piernas y mis brazos comenzaran a temblar con su simple presencia y que mi respiración no supiera como volver a la normalidad cada vez que me hablaba, eran razones suficientes como para tomar mis cosas y salir corriendo tras exclamar una breve excusa. Sabía muy bien que mi personalidad se daba a ese tipo de acciones, nunca había sido una persona muy valiente, eso se lo dejaba con gusto a Frank, y tampoco era muy buena ocultando lo que pensaba para hacerles creer a las demás personas que era una estatua de hielo viviente; puesto que ese era el trabajo de la pequeña Kristen. Yo solo era una chica que trataba de ser fuerte por aquellos a quienes quería y vivía de la mejor manera posible tomando en cuenta las decisiones que la vida me había obligado a tomar. Era justamente por eso que no me dedicaba a juzgar a todos los que me rodeaban de la misma forma en la que lo hacían la mayoría de mis amigos porque, ¿Quiénes somos nosotros para decidir cómo debe vivir una persona?, nadie cuya opinión tenga un peso mayor que la conciencia de cada uno.
Las ramas comenzaron a crujir mas fuerte conforme él se acercaba y los segundos que me quedaban para tomar la decisión de quedarme o salir huyendo se acababan a marchas forzadas. Me había acomodado de tal forma que pudiera verlo llegar y, aunque tal vez no fuera una buena idea, el poder ver su mirada tranquila y su sonrisa ligera mientras se acercaba al lugar donde supuestamente nos encontraríamos fueron los factores que necesitaba para decidir no moverme del lugar en donde estaba; sabía que posiblemente me arrepentiría si llegaba a soltar algo que él no debía saber, pero en aquellos momentos no quería otra cosa que poder sentarme con Albus lejos de las miradas del castillo y poder compartir con él algunos de los minutos robados de nuestra infancia, cuando todavía estaba segura de que era y siempre seguiría siendo una persona en quien confiar.
La distancia que nos separaba se acortó repentinamente y al fin lo tuve a unos pasos de mí, sonrió con timidez disculpándose, un gesto completamente normal en él, tan normal que mandó una descarga eléctrica a todo mi cuerpo provocando que mi corazón diera un salto emocionado y reanudara su marcha un poco más rápido de lo que estaba acostumbrado. Inspiré profundamente antes de contestar y, rogando porque mi cara siguiera manteniendo su color habitual y mi voz no temblara de la forma en la que estaba pensando le respondí: - No…no me has asustado-bajé la mirada clavándola en el suelo mientras trataba de controlar mi cuerpo y serenar mis revueltos pensamientos; no podría soportar si llegaba a perder mi estricto control delante de él solo por una sonrisa encantadora y una pequeña disculpa, una cosa era que él me gustara y otra muy diferente el dejar que me controle. Estaba casi segura de que a Albus no le gustaría saber que me dejaba controlar, ni siquiera si se trataba de él mismo, puesto que ambos habíamos peleado el tiempo suficiente para dejar de ser controlados por el destino que nos habían impuesto nuestros padres como para dejar que alguien que no fuéramos nosotros decidiera lo que queríamos ser y lo que queríamos sentir.
Albus caminó un poco más hasta que estuvo prácticamente a mi lado, podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo y el que volviera a hablarme ayudó a obligar a mis ojos a regresar a su rostro, el cual se encontraba igualmente sereno, aunque con un deje de preocupación que logró desalojar toda duda de mi persona. Escuché sus palabras y un pequeño rubor involuntario coloreó mis mejillas, si antes me encontraba un poco inquieta ahora me hallaba totalmente perpleja, él creía que el encontrarme había sido una muy grata sorpresa y además que me estaba molestando su presencia. Sin poder impedirlo mis labios soltaron una pequeña carcajada y suspiré, ahora sonriente, para negar con la cabeza mientras mis rizados cabellos oscuros golpeaban ambos lados de mi rostro. –No-pude pronunciar, levantando involuntariamente las manos y rodeando con ellas la suya, escondida detrás de un suave guante, -No, no me molestas, en absoluto, yo…-podía sentir como mi timidez natural volvía a apoderarse de mí y, tratando de impedir que me venciera antes de poder decirle lo que en verdad pensaba, fui más sincera de lo que esperaba. –Me gustaría que te quedaras aquí, si quieres- aquello último lo había soltado tratando de arreglar un poco las cosas, mi cara comenzaba a estar un poco mas roja de lo normal, aunque yo rogaba que él lo atribuyera al frío que congelaba todo a nuestro alrededor. Lo miré a los ojos con una amplia sonrisa, tratando de maquillar un poco aquel pequeño instante de insana sinceridad.
Sin saber exactamente porque, durante los escasos segundos en los que tardó en llegar a mi lado tuve la repentina urgencia de salir huyendo. No es que le tuviera miedo, Al no era la clase de persona que provocara tales pensamientos, aunque el hecho de que mis piernas y mis brazos comenzaran a temblar con su simple presencia y que mi respiración no supiera como volver a la normalidad cada vez que me hablaba, eran razones suficientes como para tomar mis cosas y salir corriendo tras exclamar una breve excusa. Sabía muy bien que mi personalidad se daba a ese tipo de acciones, nunca había sido una persona muy valiente, eso se lo dejaba con gusto a Frank, y tampoco era muy buena ocultando lo que pensaba para hacerles creer a las demás personas que era una estatua de hielo viviente; puesto que ese era el trabajo de la pequeña Kristen. Yo solo era una chica que trataba de ser fuerte por aquellos a quienes quería y vivía de la mejor manera posible tomando en cuenta las decisiones que la vida me había obligado a tomar. Era justamente por eso que no me dedicaba a juzgar a todos los que me rodeaban de la misma forma en la que lo hacían la mayoría de mis amigos porque, ¿Quiénes somos nosotros para decidir cómo debe vivir una persona?, nadie cuya opinión tenga un peso mayor que la conciencia de cada uno.
Las ramas comenzaron a crujir mas fuerte conforme él se acercaba y los segundos que me quedaban para tomar la decisión de quedarme o salir huyendo se acababan a marchas forzadas. Me había acomodado de tal forma que pudiera verlo llegar y, aunque tal vez no fuera una buena idea, el poder ver su mirada tranquila y su sonrisa ligera mientras se acercaba al lugar donde supuestamente nos encontraríamos fueron los factores que necesitaba para decidir no moverme del lugar en donde estaba; sabía que posiblemente me arrepentiría si llegaba a soltar algo que él no debía saber, pero en aquellos momentos no quería otra cosa que poder sentarme con Albus lejos de las miradas del castillo y poder compartir con él algunos de los minutos robados de nuestra infancia, cuando todavía estaba segura de que era y siempre seguiría siendo una persona en quien confiar.
La distancia que nos separaba se acortó repentinamente y al fin lo tuve a unos pasos de mí, sonrió con timidez disculpándose, un gesto completamente normal en él, tan normal que mandó una descarga eléctrica a todo mi cuerpo provocando que mi corazón diera un salto emocionado y reanudara su marcha un poco más rápido de lo que estaba acostumbrado. Inspiré profundamente antes de contestar y, rogando porque mi cara siguiera manteniendo su color habitual y mi voz no temblara de la forma en la que estaba pensando le respondí: - No…no me has asustado-bajé la mirada clavándola en el suelo mientras trataba de controlar mi cuerpo y serenar mis revueltos pensamientos; no podría soportar si llegaba a perder mi estricto control delante de él solo por una sonrisa encantadora y una pequeña disculpa, una cosa era que él me gustara y otra muy diferente el dejar que me controle. Estaba casi segura de que a Albus no le gustaría saber que me dejaba controlar, ni siquiera si se trataba de él mismo, puesto que ambos habíamos peleado el tiempo suficiente para dejar de ser controlados por el destino que nos habían impuesto nuestros padres como para dejar que alguien que no fuéramos nosotros decidiera lo que queríamos ser y lo que queríamos sentir.
Albus caminó un poco más hasta que estuvo prácticamente a mi lado, podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo y el que volviera a hablarme ayudó a obligar a mis ojos a regresar a su rostro, el cual se encontraba igualmente sereno, aunque con un deje de preocupación que logró desalojar toda duda de mi persona. Escuché sus palabras y un pequeño rubor involuntario coloreó mis mejillas, si antes me encontraba un poco inquieta ahora me hallaba totalmente perpleja, él creía que el encontrarme había sido una muy grata sorpresa y además que me estaba molestando su presencia. Sin poder impedirlo mis labios soltaron una pequeña carcajada y suspiré, ahora sonriente, para negar con la cabeza mientras mis rizados cabellos oscuros golpeaban ambos lados de mi rostro. –No-pude pronunciar, levantando involuntariamente las manos y rodeando con ellas la suya, escondida detrás de un suave guante, -No, no me molestas, en absoluto, yo…-podía sentir como mi timidez natural volvía a apoderarse de mí y, tratando de impedir que me venciera antes de poder decirle lo que en verdad pensaba, fui más sincera de lo que esperaba. –Me gustaría que te quedaras aquí, si quieres- aquello último lo había soltado tratando de arreglar un poco las cosas, mi cara comenzaba a estar un poco mas roja de lo normal, aunque yo rogaba que él lo atribuyera al frío que congelaba todo a nuestro alrededor. Lo miré a los ojos con una amplia sonrisa, tratando de maquillar un poco aquel pequeño instante de insana sinceridad.
Re: You wake me up and its all over || Albus Potter
Espero expectante a que me diga que yo no soy ninguna molestia, que puedo quedarme aunque sea un segundo tan solo para intercambiar los saludos correspondientes de dos amigos que llevan tiempo sin encontrarse ―lo cual es irónico cuando ambos vivimos en el mismo lugar― y que por algún capricho, el destino decide juntarlos una vez más. Incluso si después debo retomar mi camino, quiero escuchar de su boca decir que puedo quedarme el tiempo que quiera aunque solo sea para compartir silencios llenos de dudas y preguntas no formuladas. Pero, ¿Por qué deseo con tanta ansia aquella respuesta y no otra distinta? No lo sé. Tal vez sí. No estoy seguro. Todo se resume a aquella frase que suelen emplear para decir que tú y tu mundo entero depende de una persona. Dicen que uno debería caer para que "ese" alguien esté dispuesto a levantarte. Mi problema yace en que yo me he dado de bruces contra el suelo duramente, y creo que es porque me dejé caer con demasiada anticipación, o… lo hice muy tarde. Entiendo que nadie estaría dispuesto a esperar toda la vida, aunque por otra parte, no dudo que hayan excepciones.
Me toma por sorpresa sentir su mano sobre la mía. Incluso con tela de por medio, puedo sentir la calidez de su cuerpo que se transfiere con lentitud al mío, me invade, me llena placenteramente. Y es que no solo es sorpresa, es también aturdimiento e incomprensión, porque sucede que no suelo disfrutar de la cercanía de otras personas ―y mi pobre excusa es que aprecio demasiado mi espacio personal como para intercambiarlo por algo tan pasajero y efímero como lo es el tacto―, y entonces ahora, en este momento, solo puedo pensar que se siente bien. Sonrío por inercia, por su risa cantarina, porque el destino así lo ha querido y por una vez en mucho tiempo estoy de acuerdo con él, solo para variar un poco las cosas ―o eso me digo solo para convencerme de que mi reacción no ha tenido nada fuera de sí.
Asiento aún con esa ligera, casi imperceptible, sonrisa que aún no llega a desaparecer del todo de mi rostro, y me acerco poco a poco para evitar resbalar en la nieve. Sin más cuidado que el de despejar alguna que otra rama del suelo, me dejo caer a una distancia corta de la suya. No pienso que sea demasiado cercano, aunque con mi poca ―nula experiencia―, lo mejor sería haber tomado un poco más de espacio. Si me muevo ahora sería como un rechazo, no quiero que piense eso cuando me ha acogido tan gratamente; entonces me quedo a su lado y dejo que mis inquietudes pasen a segundo plano, al menos durante el tiempo que esté aquí con ella.
―Hace tiempo que no te veía― comento mientras observo el paisaje blanco y frío de nuestro alrededor. En este alejado lugar, el tiempo no existe, y creo que es una especie de capsula en la que puedo quitarme la apariencia de siempre, colgarla en una rama y esperar a que la visita termine para tomarla de nuevo y salir al exterior. ―¿Has visto cómo ha terminado el comedor esta mañana?― suelto con tranquilidad, porque no estoy muy seguro acerca de cómo comenzar esta charla, y no, no es que no sepa que decir, porque de hecho mis ideas revuelan por salir. De pronto tengo la necesidad de contarle muchas cosas, cosas de las cuales no hablo con nadie, ni siquiera con Scor, Sky o Dom, cosas que son parte de mí pero que al mismo tiempo no lo son.
―Yo, no lo vi en persona, pero parece que tardaran algo en regresar todo a su lugar― la broma familiar había dejado marcas en las paredes, no que fueran imposibles de retirar pero si difíciles; y estaba seguro de que James, Fred y Frank no lograrían zafarse tan fácilmente esta vez del posible castigo que les darían, no cuando el objetivo de la broma había sido la mesa verde-plateada. Una corta risa se me escapa al recordar ver a mis compañeros llenos de un plasma verde de pies a cabeza, no me indigna que mi casa haya sido la elegida por el proyectil de mi hermano y sus amigos aunque por otra parte, si yo hubiera estado allí presente, quizá mi punto de vista sería distinto. ―Lo único malo es que deberé soportar el olor de mis compañeros de habitación― continuo, arrugando un poco la nariz inconscientemente. Esperaba no tener que dormir en el baño.
Me toma por sorpresa sentir su mano sobre la mía. Incluso con tela de por medio, puedo sentir la calidez de su cuerpo que se transfiere con lentitud al mío, me invade, me llena placenteramente. Y es que no solo es sorpresa, es también aturdimiento e incomprensión, porque sucede que no suelo disfrutar de la cercanía de otras personas ―y mi pobre excusa es que aprecio demasiado mi espacio personal como para intercambiarlo por algo tan pasajero y efímero como lo es el tacto―, y entonces ahora, en este momento, solo puedo pensar que se siente bien. Sonrío por inercia, por su risa cantarina, porque el destino así lo ha querido y por una vez en mucho tiempo estoy de acuerdo con él, solo para variar un poco las cosas ―o eso me digo solo para convencerme de que mi reacción no ha tenido nada fuera de sí.
Asiento aún con esa ligera, casi imperceptible, sonrisa que aún no llega a desaparecer del todo de mi rostro, y me acerco poco a poco para evitar resbalar en la nieve. Sin más cuidado que el de despejar alguna que otra rama del suelo, me dejo caer a una distancia corta de la suya. No pienso que sea demasiado cercano, aunque con mi poca ―nula experiencia―, lo mejor sería haber tomado un poco más de espacio. Si me muevo ahora sería como un rechazo, no quiero que piense eso cuando me ha acogido tan gratamente; entonces me quedo a su lado y dejo que mis inquietudes pasen a segundo plano, al menos durante el tiempo que esté aquí con ella.
―Hace tiempo que no te veía― comento mientras observo el paisaje blanco y frío de nuestro alrededor. En este alejado lugar, el tiempo no existe, y creo que es una especie de capsula en la que puedo quitarme la apariencia de siempre, colgarla en una rama y esperar a que la visita termine para tomarla de nuevo y salir al exterior. ―¿Has visto cómo ha terminado el comedor esta mañana?― suelto con tranquilidad, porque no estoy muy seguro acerca de cómo comenzar esta charla, y no, no es que no sepa que decir, porque de hecho mis ideas revuelan por salir. De pronto tengo la necesidad de contarle muchas cosas, cosas de las cuales no hablo con nadie, ni siquiera con Scor, Sky o Dom, cosas que son parte de mí pero que al mismo tiempo no lo son.
―Yo, no lo vi en persona, pero parece que tardaran algo en regresar todo a su lugar― la broma familiar había dejado marcas en las paredes, no que fueran imposibles de retirar pero si difíciles; y estaba seguro de que James, Fred y Frank no lograrían zafarse tan fácilmente esta vez del posible castigo que les darían, no cuando el objetivo de la broma había sido la mesa verde-plateada. Una corta risa se me escapa al recordar ver a mis compañeros llenos de un plasma verde de pies a cabeza, no me indigna que mi casa haya sido la elegida por el proyectil de mi hermano y sus amigos aunque por otra parte, si yo hubiera estado allí presente, quizá mi punto de vista sería distinto. ―Lo único malo es que deberé soportar el olor de mis compañeros de habitación― continuo, arrugando un poco la nariz inconscientemente. Esperaba no tener que dormir en el baño.
Albus S. Potter- Estudiante Slytherin • Prefecto
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Fecha de inscripción : 05/01/2014
Re: You wake me up and its all over || Albus Potter
Notaba su gesto distraído mientras esperaba la respuesta que aún debía de darle, por un momento llegue a notar algo en sus ojos a lo que no estaba acostumbrada. ¿O a caso era un brillo de inocente expectación por una respuesta positiva? No, no podía serlo, tal vez simplemente se tratase de una educada impaciencia por saber si podía quedarse o continuar su camino. Aquella era una reacción mucho más lógica y razonable, mucho más acorde a la manera de ser de Albus y a la vaga idea que yo tenía acerca de lo que podría estar pasando en su morena cabeza, aunque, sinceramente; debía aceptar que llevábamos el suficiente tiempo distanciados el uno del otro como para llegar a tener una idea exacta de lo que podría o no estar pensando mi compañero ojiazul.
Aunque esta vez ya era demasiado tarde, mi respuesta salió de mis labios a una rapidez inusitada y ahora no podía retractarme de lo dicho, me había comportado lo suficientemente imprudente como para notar las señales que él me estaba dando incluso inconscientemente, como la leve sorpresa que se notó en su calmado rostro cuando mi mano entró en contacto con la suya. Tal vez incluso más que sorpresa fuera desagrado, puesto que sabía bien que Al no estaba acostumbrado al repentino contacto físico con otra persona; más un rápido estudio a sus facciones me reveló la verdad sobre sus sentimientos y ahora me tocó a mí sorprenderme. Por más que repasaba su rostro, una y otra vez con incredulidad en mi mirada, no podía encontrar ni rastro del rechazo que debería haber estado pintado en aquellos ojos que me robaban el aliento y perfectamente visible en aquellos labios que me distraían cada vez que llegaba a pronunciar palabra alguna. Es mas, si mi intensa mirada no me engañaba, podía distinguir aquella adorable sonrisa iluminando su rostro y una placentera, aunque no esperada, aceptación. Todo aquello no me estaba cuadrando como debería y seguramente si alguien nos hubiera visto en aquel instante, probablemente juraría que algún inusitado extraño me había lanzado un encantamiento confundus, aunque para mi satisfacción y alegría personal ambos nos encontrábamos tan aislados que seguramente nadie repararía en nosotros aunque pasara a escasos metros de la orilla del lago negro. Era un lugar tan solitario que en aquellos momentos no pude más que sentir una profunda gratitud a aquella parte de nuestras respectivas personalidades que disfrutaba de la ocasional y agradable soledad.
Lo miré fijamente con gesto imperturbable mientras tomaba asiento a mi lado, sorprendentemente cerca de mí, más cerca de lo que había estado desde que ingresáramos al colegio. Su cercanía aumentaba mi ya de por sí exasperante nerviosismo y podía sentir como mi corazón latía a tal velocidad que era un milagro el que no repicara fuertemente, llamando la atención de mi amable compañero. En cuanto se hubo acomodado en el helado suelo me vi en la necesidad de soltar su enguantada mano puesto que, aunque nos encontrábamos bastante cerca, el seguir aferrando aquel cálido extremo de su cuerpo me obligaba a acercarme aún más a él y, dado que no estaba segura de si lo aprobaría o no, decidí seguir mis instintos y juntar mi mano con su pareja, entrelazándolas alrededor de mis piernas en un intento de ignorar el frío que ya no sentía desde la llegada de Albus.
Desvié mi atención brevemente de su persona hasta que escuché su calmada voz formulándome una pregunta. Sus palabras tardaron unos segundos en ser procesadas por mi cerebro y, cuando al fin fui consciente de su significado, solté un pequeño bufido de exasperación: -Bueno, no exactamente, no me encontraba en el Gran Comedor a la hora del desayuno…-rodé los ojos y apoyé mi barbilla en mis rodillas antes de continuar con mi explicación – aunque conocía bastante del plan como para tener una vaga idea de lo que esos tres han hecho- mis ojos se cerraron momentáneamente para luego abrirse cargados con el reproche que ocasionalmente había vislumbrado en los de mi madre cada vez que esta nos reñía- no entiendo cómo pueden verle el lado divertido de fastidiar a todo el mundo, aunque hace tiempo que dejé de intentar comprender a James, Fred y Frank…-. Sabía que me estaba pasando un poco de la raya con mi respuesta y ciertamente, no me molestaba mucho lo que mi hermano y sus amigos llegaran a hacer aunque, sabía muy bien quién había sido el destinatario de aquella “inocente” jugarreta y el pensar que Albus o Kristen pudieron terminar saliendo implicados en aquel tonto juego provocaba que mi sangre comenzara a hervir y por unos instantes dejaba de lado el Longbottom para ser totalmente poseída por el lado Abbott de mi familia.
Tardé unos instantes más en comprender que aquella inofensiva pregunta no había sido lo primero que había saldo de los labios de Al desde que se sentara a mi lado. Un fuerte rubor coloreó mis mejillas y antes de que pudiera responder cualquier cosa le solté:-Si bueno…es verdad que no nos hemos visto mucho últimamente, aunque…tal vez sea debido a que ambos hemos estado bastante ocupados con los exámenes y eso…- hice una mueca torva castigándome por dentro ante aquella torpe y tonta excusa. Estaba casi totalmente segura de que si existiera alguna clase de prueba de destreza verbal a la que tuviera que ser sometida, muy probablemente sacaría un bien merecido Trol antes de ser enviada a alguna clase de regularización para casos perdidos.
Rodaba mis ojos ante la inmadurez de mis pensamientos cuando pude escuchar la respuesta de Al, la cual me dejó ligeramente perpleja, sacándome una involuntaria carcajada que reprimí rápidamente antes de que me dominara a risa tonta. Estaba segura de que a él no le haría ni pizca de gracia tener que soportar el hedor de sus compañeros y menos aún durante las largas noches invernales. Lo miré de reojo aún sonrojada y sin pensar mucho en lo que decía me limité a responder: -Bueno…siempre podrías quedarte en la sala común de Hufflepuff, si el olor llega a ser insoportable…-comenzaba a caer en cuenta de las palabras que salían de mi boca y trataba en vano de arreglarlas unas con otras: -digo, no creo que a nadie le moleste si te encuentran por allí, regularmente son buenos chicos…-cada vez iba de mal en peor- y así no tendrías porque sufrir por la estupidez de nuestros hermanos-debería tirarme al lago en este mismo instante, ¿Por qué demonios sonreía?- y de esa forma... tal vez podríamos pasar un poco más de tiempo juntos…-.
Listo, había firmado mi propio contrato de declarada estupidez, tal vez si tenía algo de parentesco con Frank a fin de cuentas, aunque por mi parte preferiría que hubiese seguido inpatentado. Con una gran necesidad de volverme invisible y darme de tumbos contra el primer árbol que encontrara en el camino me obligué a mi misma a permanecer en el mismo lugar en el que estaba, con la vista clavada fijamente en el suelo mientras esperaba una respuesta que no estaba del todo segura de querer escuchar.
Aunque esta vez ya era demasiado tarde, mi respuesta salió de mis labios a una rapidez inusitada y ahora no podía retractarme de lo dicho, me había comportado lo suficientemente imprudente como para notar las señales que él me estaba dando incluso inconscientemente, como la leve sorpresa que se notó en su calmado rostro cuando mi mano entró en contacto con la suya. Tal vez incluso más que sorpresa fuera desagrado, puesto que sabía bien que Al no estaba acostumbrado al repentino contacto físico con otra persona; más un rápido estudio a sus facciones me reveló la verdad sobre sus sentimientos y ahora me tocó a mí sorprenderme. Por más que repasaba su rostro, una y otra vez con incredulidad en mi mirada, no podía encontrar ni rastro del rechazo que debería haber estado pintado en aquellos ojos que me robaban el aliento y perfectamente visible en aquellos labios que me distraían cada vez que llegaba a pronunciar palabra alguna. Es mas, si mi intensa mirada no me engañaba, podía distinguir aquella adorable sonrisa iluminando su rostro y una placentera, aunque no esperada, aceptación. Todo aquello no me estaba cuadrando como debería y seguramente si alguien nos hubiera visto en aquel instante, probablemente juraría que algún inusitado extraño me había lanzado un encantamiento confundus, aunque para mi satisfacción y alegría personal ambos nos encontrábamos tan aislados que seguramente nadie repararía en nosotros aunque pasara a escasos metros de la orilla del lago negro. Era un lugar tan solitario que en aquellos momentos no pude más que sentir una profunda gratitud a aquella parte de nuestras respectivas personalidades que disfrutaba de la ocasional y agradable soledad.
Lo miré fijamente con gesto imperturbable mientras tomaba asiento a mi lado, sorprendentemente cerca de mí, más cerca de lo que había estado desde que ingresáramos al colegio. Su cercanía aumentaba mi ya de por sí exasperante nerviosismo y podía sentir como mi corazón latía a tal velocidad que era un milagro el que no repicara fuertemente, llamando la atención de mi amable compañero. En cuanto se hubo acomodado en el helado suelo me vi en la necesidad de soltar su enguantada mano puesto que, aunque nos encontrábamos bastante cerca, el seguir aferrando aquel cálido extremo de su cuerpo me obligaba a acercarme aún más a él y, dado que no estaba segura de si lo aprobaría o no, decidí seguir mis instintos y juntar mi mano con su pareja, entrelazándolas alrededor de mis piernas en un intento de ignorar el frío que ya no sentía desde la llegada de Albus.
Desvié mi atención brevemente de su persona hasta que escuché su calmada voz formulándome una pregunta. Sus palabras tardaron unos segundos en ser procesadas por mi cerebro y, cuando al fin fui consciente de su significado, solté un pequeño bufido de exasperación: -Bueno, no exactamente, no me encontraba en el Gran Comedor a la hora del desayuno…-rodé los ojos y apoyé mi barbilla en mis rodillas antes de continuar con mi explicación – aunque conocía bastante del plan como para tener una vaga idea de lo que esos tres han hecho- mis ojos se cerraron momentáneamente para luego abrirse cargados con el reproche que ocasionalmente había vislumbrado en los de mi madre cada vez que esta nos reñía- no entiendo cómo pueden verle el lado divertido de fastidiar a todo el mundo, aunque hace tiempo que dejé de intentar comprender a James, Fred y Frank…-. Sabía que me estaba pasando un poco de la raya con mi respuesta y ciertamente, no me molestaba mucho lo que mi hermano y sus amigos llegaran a hacer aunque, sabía muy bien quién había sido el destinatario de aquella “inocente” jugarreta y el pensar que Albus o Kristen pudieron terminar saliendo implicados en aquel tonto juego provocaba que mi sangre comenzara a hervir y por unos instantes dejaba de lado el Longbottom para ser totalmente poseída por el lado Abbott de mi familia.
Tardé unos instantes más en comprender que aquella inofensiva pregunta no había sido lo primero que había saldo de los labios de Al desde que se sentara a mi lado. Un fuerte rubor coloreó mis mejillas y antes de que pudiera responder cualquier cosa le solté:-Si bueno…es verdad que no nos hemos visto mucho últimamente, aunque…tal vez sea debido a que ambos hemos estado bastante ocupados con los exámenes y eso…- hice una mueca torva castigándome por dentro ante aquella torpe y tonta excusa. Estaba casi totalmente segura de que si existiera alguna clase de prueba de destreza verbal a la que tuviera que ser sometida, muy probablemente sacaría un bien merecido Trol antes de ser enviada a alguna clase de regularización para casos perdidos.
Rodaba mis ojos ante la inmadurez de mis pensamientos cuando pude escuchar la respuesta de Al, la cual me dejó ligeramente perpleja, sacándome una involuntaria carcajada que reprimí rápidamente antes de que me dominara a risa tonta. Estaba segura de que a él no le haría ni pizca de gracia tener que soportar el hedor de sus compañeros y menos aún durante las largas noches invernales. Lo miré de reojo aún sonrojada y sin pensar mucho en lo que decía me limité a responder: -Bueno…siempre podrías quedarte en la sala común de Hufflepuff, si el olor llega a ser insoportable…-comenzaba a caer en cuenta de las palabras que salían de mi boca y trataba en vano de arreglarlas unas con otras: -digo, no creo que a nadie le moleste si te encuentran por allí, regularmente son buenos chicos…-cada vez iba de mal en peor- y así no tendrías porque sufrir por la estupidez de nuestros hermanos-debería tirarme al lago en este mismo instante, ¿Por qué demonios sonreía?- y de esa forma... tal vez podríamos pasar un poco más de tiempo juntos…-.
Listo, había firmado mi propio contrato de declarada estupidez, tal vez si tenía algo de parentesco con Frank a fin de cuentas, aunque por mi parte preferiría que hubiese seguido inpatentado. Con una gran necesidad de volverme invisible y darme de tumbos contra el primer árbol que encontrara en el camino me obligué a mi misma a permanecer en el mismo lugar en el que estaba, con la vista clavada fijamente en el suelo mientras esperaba una respuesta que no estaba del todo segura de querer escuchar.
Re: You wake me up and its all over || Albus Potter
Sin ser muy consciente acerca de cómo o cuándo su mano ha regresado a ser parte de ella, llevándose consigo la calidez que me embargaba; comprendo que aquella pequeña y fugaz osadía no ha sido exactamente algo casual. La voz interna me dice que no debo confundirme y hacer demasiado caso, que no tiene importancia, que ha sido un gesto inconsciente y que yo no tengo nada especial como para que lo haya hecho conmigo y no con otros anteriormente. Y ese ese último pensamiento el que hiere, duele y lastima. No es solo porque me hace pensar que Alice es solo una amiga y que, después de todo tiene más amigos con los cuales comparte otras cosas, muchas más de lo que puede compartir conmigo (¿la familia? ¿El colegio? ¿Y luego, qué más?). Lo peor es que me enferma saberlo, saber que soy egoísta por querer más de su tiempo. Y cuando pienso que las cosas no pueden ir más lejos, que no puedo seguir cayendo, me doy cuenta que esta situación me hace pensar inevitablemente en otra persona en la cual se supone no debería pensar (porque lo había prometido, a mí). Y aquí estoy, pensando en ella. Siempre ella.
Suspiro en silencio, con un nudo atravesándome. Es increíble que mi cerebro decida ponerse a pensar esa cuestión justo en este momento cuando estoy en compañía. Tal pareciera que todo el tiempo libre del que dispone ―que no es precisamente poco― no le basta para atormentarse. Esto debe ser lo que llaman “ser un masoquista”, aunque en lo personal no estoy tan seguro que disfrute de dañarme emocionalmente. Ahuyento como puedo el pequeño monologo que acaba de desarrollarse a espaldas de Alice quién ha estado hablando, respondiendo a mi pregunta para ser precisos. Espero, ruego, que no se haya dado cuenta de mi momentáneo despiste, aunque siendo como es, a lo que debería aspirar es a que no me pregunte sobre lo que me sucede, porque no sabría cómo responder. Y es que sucede que mi gran apariencia de ser un chico tranquilo y silencioso se está yendo al traste porque no he sido capaz de mantener mis pensamientos y emociones al margen. Si antes era capaz de dividirme para resolver los problemas externos e internos, justo ahora temo que la parte interna esté consumiendo a lo poco que queda de la externa. Si tan solo aquello que me invade se tratara de cuestiones de un chico común de dieciséis años, no me preocuparía tanto; sin embargo no es así. ¿Qué pasa conmigo?
―Las clases…― suelto medio en pregunta y afirmación. Es una de las pocas palabras que retengo en mi mente. Sé que probablemente luzco como una persona que acaba de despertar y le hacen cualquier pregunta a la cual responde con balbuceos. Esta no es la forma en la que esperaba comportarme, no con ella. Me obligó a dar una respuesta más coherente, no solo para arreglar mi imagen, sino porque no se merece una falta de mi parte. ―Debes estar ocupada preparándote para los EXTASIS― termino diciendo con una gota de compasión y dolor en mi voz. Recuerdo haber sufrido mi parte cuando realicé los TIMOS, y no dudo que la dificultad de los terribles exámenes aumente. ―Sin embargo, no creo que debas preocuparte, quiero decir, ni siquiera mi padre regreso para realizar sus pruebas. Él y el tio Ron siempre decían que la tía Herm era la única loca que quería probarse después de haber derrotado a…―me callo de golpe porque sin darme cuenta estoy hablando de la familia y demás como en los viejos tiempos, y entonces la realidad me golpea con fuerza para recordarme que nada está bien entre mi padre, mis hermanos y yo, que Ron Weasley sigue capturado por el grupo de neo-mortífagos, y que yo soy uno de ellos.
―Lo que quería decir es que no te preocupes demasiado, eres una chica lista y una buena estudiante. Todo irá bien.― Respira. Cálmate. Toma el control. Tres pasos y me siento mejor. Sí, todo está bien. Le sonrío ligeramente y desvío mi vista de inmediato hacia la nada.
Sus respuestas y sentido del humor relajan el ambiente que yo acabo de enturbiar, y se lo agradezco de la única forma que sé hacerlo: participando y sumándome a la conversación sin tanta rudeza o frialdad, evitando echarlo a perder de nuevo. ―Gracias, pero igual no creo que debas tomarte tantas molestias conmigo― declino su ofrecimiento a mudarme a su sala común con una sonrisa nueva y más fresca. ―Incluso si los tejones son los más amables en estos últimos días, sé que no tienen mucho agrado por los de mi casa, ya sabes, el verde no parece ser el mejor color en estos tiempos. Aun así aprecio que seas hospitalaria con el lastimoso futuro que me espera. ― Siento como si fuera un ciclo sin fin, aquí está de nuevo esa sensación de que hay algo más que no soy capaz de precisar pero que me gusta. Sí, me gusta. Y al siguiente segundo es como no, no, no. No debería pensar en eso. ¿Qué estoy haciendo? Es Alice, solo Alice, no debería estar siquiera pensando en si significa más. No es posible. ―Siempre puedo adueñarme del baño y cobrar comisión a quién quiera ocuparlo, aunque claro, no es como si hubiera sido su culpa. Simplemente fue el lugar y el momento equivocado. Creo que corrí con suerte, no solo por no estar allí sino también porque Scor tampoco estaba, no tendré que escuchar sus quejas.― Y eso definitivamente era ganancia.
―Parece que la temperatura comienza a bajar, ¿no tienes frío? Siempre puedo prestarte uno de estos ― digo levantando una de mis manos y moviéndola de lado a lado. ―Lo cierto es que últimamente la abuela los hace talla extra-extra-extra-grande, como si fueran talla para gigante o troll. Ella dice que como seguimos creciendo es probable que dejen de quedarnos sin que nos demos cuenta, así que es mejor que por ahora nuestras manos naden dentro de la prenda.― me encojo levemente de hombros.
― Los diseños de la abuela podrán ser algo anticuados pero no dejan de ser abrigadores, entonces creo que puedo estar dispuesto a ser un asesino de la moda para no morir de hipotermia cuando salgo. Claro, siempre y cuando Dominique no me vea, ella no lo aceptaría: “Porque la belleza tiene su precio”― añado con una modesta imitación de Domi y sus clases acerca de cómo no dejar más en ridículo a la familia Weasley. Termino por sacarme uno de los guantes para pasarlo a mi compañera.
Suspiro en silencio, con un nudo atravesándome. Es increíble que mi cerebro decida ponerse a pensar esa cuestión justo en este momento cuando estoy en compañía. Tal pareciera que todo el tiempo libre del que dispone ―que no es precisamente poco― no le basta para atormentarse. Esto debe ser lo que llaman “ser un masoquista”, aunque en lo personal no estoy tan seguro que disfrute de dañarme emocionalmente. Ahuyento como puedo el pequeño monologo que acaba de desarrollarse a espaldas de Alice quién ha estado hablando, respondiendo a mi pregunta para ser precisos. Espero, ruego, que no se haya dado cuenta de mi momentáneo despiste, aunque siendo como es, a lo que debería aspirar es a que no me pregunte sobre lo que me sucede, porque no sabría cómo responder. Y es que sucede que mi gran apariencia de ser un chico tranquilo y silencioso se está yendo al traste porque no he sido capaz de mantener mis pensamientos y emociones al margen. Si antes era capaz de dividirme para resolver los problemas externos e internos, justo ahora temo que la parte interna esté consumiendo a lo poco que queda de la externa. Si tan solo aquello que me invade se tratara de cuestiones de un chico común de dieciséis años, no me preocuparía tanto; sin embargo no es así. ¿Qué pasa conmigo?
―Las clases…― suelto medio en pregunta y afirmación. Es una de las pocas palabras que retengo en mi mente. Sé que probablemente luzco como una persona que acaba de despertar y le hacen cualquier pregunta a la cual responde con balbuceos. Esta no es la forma en la que esperaba comportarme, no con ella. Me obligó a dar una respuesta más coherente, no solo para arreglar mi imagen, sino porque no se merece una falta de mi parte. ―Debes estar ocupada preparándote para los EXTASIS― termino diciendo con una gota de compasión y dolor en mi voz. Recuerdo haber sufrido mi parte cuando realicé los TIMOS, y no dudo que la dificultad de los terribles exámenes aumente. ―Sin embargo, no creo que debas preocuparte, quiero decir, ni siquiera mi padre regreso para realizar sus pruebas. Él y el tio Ron siempre decían que la tía Herm era la única loca que quería probarse después de haber derrotado a…―me callo de golpe porque sin darme cuenta estoy hablando de la familia y demás como en los viejos tiempos, y entonces la realidad me golpea con fuerza para recordarme que nada está bien entre mi padre, mis hermanos y yo, que Ron Weasley sigue capturado por el grupo de neo-mortífagos, y que yo soy uno de ellos.
―Lo que quería decir es que no te preocupes demasiado, eres una chica lista y una buena estudiante. Todo irá bien.― Respira. Cálmate. Toma el control. Tres pasos y me siento mejor. Sí, todo está bien. Le sonrío ligeramente y desvío mi vista de inmediato hacia la nada.
Sus respuestas y sentido del humor relajan el ambiente que yo acabo de enturbiar, y se lo agradezco de la única forma que sé hacerlo: participando y sumándome a la conversación sin tanta rudeza o frialdad, evitando echarlo a perder de nuevo. ―Gracias, pero igual no creo que debas tomarte tantas molestias conmigo― declino su ofrecimiento a mudarme a su sala común con una sonrisa nueva y más fresca. ―Incluso si los tejones son los más amables en estos últimos días, sé que no tienen mucho agrado por los de mi casa, ya sabes, el verde no parece ser el mejor color en estos tiempos. Aun así aprecio que seas hospitalaria con el lastimoso futuro que me espera. ― Siento como si fuera un ciclo sin fin, aquí está de nuevo esa sensación de que hay algo más que no soy capaz de precisar pero que me gusta. Sí, me gusta. Y al siguiente segundo es como no, no, no. No debería pensar en eso. ¿Qué estoy haciendo? Es Alice, solo Alice, no debería estar siquiera pensando en si significa más. No es posible. ―Siempre puedo adueñarme del baño y cobrar comisión a quién quiera ocuparlo, aunque claro, no es como si hubiera sido su culpa. Simplemente fue el lugar y el momento equivocado. Creo que corrí con suerte, no solo por no estar allí sino también porque Scor tampoco estaba, no tendré que escuchar sus quejas.― Y eso definitivamente era ganancia.
―Parece que la temperatura comienza a bajar, ¿no tienes frío? Siempre puedo prestarte uno de estos ― digo levantando una de mis manos y moviéndola de lado a lado. ―Lo cierto es que últimamente la abuela los hace talla extra-extra-extra-grande, como si fueran talla para gigante o troll. Ella dice que como seguimos creciendo es probable que dejen de quedarnos sin que nos demos cuenta, así que es mejor que por ahora nuestras manos naden dentro de la prenda.― me encojo levemente de hombros.
― Los diseños de la abuela podrán ser algo anticuados pero no dejan de ser abrigadores, entonces creo que puedo estar dispuesto a ser un asesino de la moda para no morir de hipotermia cuando salgo. Claro, siempre y cuando Dominique no me vea, ella no lo aceptaría: “Porque la belleza tiene su precio”― añado con una modesta imitación de Domi y sus clases acerca de cómo no dejar más en ridículo a la familia Weasley. Termino por sacarme uno de los guantes para pasarlo a mi compañera.
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