Encantamientos: Clase I ϟ 5° Curso

Aún era temprano para que los alumnos comenzaran a llegar a clase, después de desayunar y dirigirme a mi despacho por algunas cosas que necesitaría aquel día caminé pausadamente hasta el aula designada para las clases de Quinto curso y alguno que otro alumno de Sexto que aún no se sentía totalmente preparado para entrar a las clases avanzadas de Séptimo curso. No podía culparlos, a mí nunca se me habían dado bien algunas materias y, aunque era una experta en encantamientos, si cuando fui alumna mi profesor me hubiera dado la oportunidad de “avanzar un poco más en el curso” la habría declinado tras pesarlo detenidamente, yo no era de las alumnas que preferían subir sus notas por pasar un poco tiempo de más enterrada en los libros, si para eso había nacido con una buena inteligencia.

Abrí la puerta lentamente y observé con una pequeña sonrisa la espaciosa aula que ahora me pertenecía, recorrí con la mirada las desgastadas bancas que habían visto pasar a millones y millones de alumnos y que también los habían visto quedarse, ahora como profesores, de la misma manera en la que me estaba pasando a mí. Me adelanté un poco después de dejar mi portafolio en el escritorio y me acerqué a la banca que hacía ya unos cuantos años me había alojado como alumna de Ravenclaw, con aquella sonrisa perdida y mis grandes ojos siempre distraídos mientras buscaba alguna cosa que pudiera llamar mi atención; suspiré acongojada y me dirigí al frente del aula, escribiendo unas cuantas instrucciones en la pizarra y moviendo mi varita deliberadamente para que la puerta se abriera y dejara pasar a los chicos madrugadores que odiaban llegar tarde a clase.

Después de asegurarme de que estaba satisfecha con todo lo que me rodeaba me senté en mi nueva butaca, al menos nueva para mí, y tomé uno de mis libros de hechizos, tratando de decidir con que torturaría a mis niños esta mañana. Pasé la hoja lentamente y me encontré con el hechizo perfecto, vaya suerte que los pusiera a trabajar en parejas, aprovechando de que el curso aún estaba empezando y que los timos aún se encontraban en un periodo lejano, acepté el curso de mi primera clase y me dispuse a esperar a que los chicos comenzaran a llegar.

Con aspecto de zombie, dejé mis cosas en uno de los pupitres más cercanos a la pizarra. Si bien me encantaban las clases de Encantamientos y me parecían bastante útiles, no solía llegar la primera a clase... era la típica materia que se solía dar por la mañana y las sábanas tenían tendencia a pegarse a mi.
Otra de las desventajas de llegar la primera, era que la profesora podría aprovechar el momento a solas para hacer preguntas sobre mis faltas de asistencia de los días anteriores. No me gustaba la gente preguntona.

Me senté en la silla mientras peinaba mi cabello con los dedos y me aseguraba de que todo estaba en orden.
- Buenos días, profesora Oswald - dije mostrando una pequeña sonrisa de agrado. Por suerte no me había olvidado de traer el Libro Reglamentario de Hechizos.
Suspiré somnolienta mientras dejaba mi varita junto con el libro encima de la mesa.

Me sentía una buena estudiante al ver la clase vacía a mi alrededor pero no por ello lo era. Debíamos tener en cuenta que, aunque Encantamientos era mi asignatura favorita y le tenía cierto aprecio a la profesora Oswald, no asistía a más de la mitad de las lecciones y era probable que me recriminara por ello.

Saqué un folio de la mochila y me puse a copiar en él las instrucciones que la profesora escribía en el pizarrón emitiendo un largo bostezo.