Encantamientos: Clase I ϟ 6° y 7°Curso

No sabía exactamente por qué parecía que mis clases siempre tocaban después de una comida, la clase de Quinto curso la había dado en la mañana, justo después del desayuno, y la clase de sexto y séptimo me tocaba en estos momentos, exactamente después de la hora de comida. No es que me quejara mucho, era una buena hora ya que con el estómago lleno se pensaba mejor, más también al reunirse todos en el cálido salón y con la teoría que debía dar antes de que la hora de práctica comenzara estaba bastante segura de que al menos uno o dos de los chicos comenzaría a dormirse; yo lo haría, o al menos lo hacía cuando estaba todavía cursando mis clases en Hogwarts, vaya ironía que me tocara ahora lidiar con esos problemas a mí.

Había pasado rápidamente a mi despacho para cambiar los materiales y tomar unos cuantos más para esta clase en especial, me gustaba mucho enseñar a las clases avanzadas ya que los hechizos requerían mayor experiencia y una mayor concentración. Comenzaríamos con hechizos no verbales y, dado que no aceptaba a nadie que tuviera menos que un Supera las Expectativas en su TIMO, estaba segura de que al menos los alumnos con los que me tocaría trabajar aquella tarde serían lo suficientemente buenos como para no fallar a la primera, o al menos eso esperaba. Como aún era temprano y nadie había llegado decidí que sería una buena idea preparar el salón para lo que estaba planeando hacer, por lo que tomé mi varita y con un pequeño movimiento seguido de una fuerte sacudida mandé los pupitres a volar, quedando acomodados alrededor del salón de manera en la que el centro pudiera quedar completamente vacío, luego hice aparecer unas cuantas colchonetas que estaban guardadas en la sala de profesores y las dispuse de tal manera que cubrieran la zona despejada. Sabía que cuando entraran el aspecto del salón les daría una idea de lo que íbamos a hacer aquel día mas no quería perder más tiempo del que tenía y arreglar el salón cuando todos ya estuvieran dentro sería un desperdicio de mi valioso tiempo.

Sonreí alegre cuando todo quedó como quería y, tomando nota de las parejas que pasarían primero a la demostración me senté sobre mi butaca y saqué uno de mis libros favoritos, acompañado de una deliciosa taza de café que me había preparado después de comer de la forma en la que mi madre solía hacerlo. Abrí el libro en la página en la que me había quedado y me dispuse a esperar a que mi nuevo alumnado llegara a clase.

Con el estómago lleno, me dirigí satisfecho al aula de encantamientos. No me hacía especialmente feliz tomar clases inmediatamente después de tomar el almuerzo, pero tampoco era tan malo, uno hacía lo que podía y con lo que tenía. Si Encantamientos seguía, a Encantamientos iría; en ese aspecto yo no había cambiado. Subir las escaleras fue algo productivo, el leve ejercicio ayudó a desvanecer un poco los síntomas de sueño que comenzaban a formarse en mí. Así para cuando llegué al piso correcto, me sentí ligero y despierto. Miré a ambos lado del pasillo para ver si alguien más llegaba al mismo tiempo que yo, pero lo encontré vacío. Tenía la vana esperanza de encontrarme antes de que comenzara la clase con Scorpius, no lo había visto ni antes, ni durante la comida; confiaba en que llegaría a la clase.

Al entrar al aula me quedé estupefacto, las bancas habían sido removidas y en el centro claramente despejado, se encontraban… ¿pequeños y delgados colchones? De pie, aun frente al salón miré algo receloso al nuevo aspecto del viejo salón de clases. No es que no me agradaran las nuevas técnicas de aprendizaje empleadas por los profesores, digo, si estaban siendo implementadas era porque en verdad eran útiles y ayudaban a los alumnos a aprender mejor. Sin embargo, yo era del tipo de persona que de resistía a los cambios y que prefería el antiguo método de enseñanza.

Giré en dirección de la pizarra y allí, detrás del escritorio una mujer joven se encontraba. Tosí discretamente y le saludé con cortesía, apenado por no haber reparado en su presencia antes. En seguido me moví a un costado lateral, lejos de la puerta donde vería quien llegaba. Hasta entonces era el único allí.

Odiaba las clases después de la comida, solía sentirme pesada y somnolienta a esa hora, pero tratándose de encantamientos me dirigí con algo más de alegría que de lo normal. Al menos era una asignatura que me agradaba, si tuviera que ponerme a traducir runas o, peor aún, subirme a una escoba y echarme a volar definitivamente consideraría la opción de darme un paseo secreto por los terrenos de la escuela evitando ese suplicio discretamente.

Pero faltar clases no era mi estilo, y odiaría la idea de hacer perder puntos a mi casa por lo que después de una parada en mi habitación para coger unos cuantos libros para el resto de la tarde y lavarme los dientes comencé el ascenso hasta la tercera planta saludando a los otros alumnos que caminaban por los pasillos. Me sorprendió levemente el silencio a medida que me acercaba al aula, sorprendida teniendo en cuenta el ruido que siempre parecía emanar aquel lugar en particular, por lo que consulte mi pequeño reloj de muñeca. No era como si llegara excesivamente pronto, pero al menos aun quedaban unos minutos para que el resto de mis compañeros aparecieran.

Lo que no me esperaba era ver la clase tan vacía. Tras pasar el umbral de la puerta me encontré con cómo había sido cambiada la disposición, apreciando unas colchonetas que antes no habían estado allí y entrando en el aula mientras las esquivaba, notando a la profesora tras su escritorio y tan solo a un alumno más en el lugar. Al parecer había llegado realmente temprano, de modo que dedique un saludo a las otras dos personas que poblaban la sala antes de disponerme a apartarme la melena que después de toda la mañana ya estaba hecha un completo desastre.

Extraño en mí que prefiriera tomar una clase antes que quedarme haciendo cualquier otra cosa. Claro, siempre y cuando ese "otra cosa" no implicara el despacho del señor director. Con demasiado entusiasmo poco fingido, recogí mis cosas mientras realizaba cortas reverencias en señal de despedida. Me tomó diez minutos enteros poder salir de aquel lugar y otros diez recorrer a toda prisa los escalones y pisos que me separaban de mis destino. Según mis calculos, el almuerzo había terminado hace poco y en teoría debería estar a tiempo de llegar a la clase de Encantamientos.

Corrí el último trecho del pasillo hasta alcanzar la puerta indicada y al quedar frente a ella, con la respiración algo entrecortada, me llevé una inesperada vista. No es que se tratara de algo realmente impresionante, sino más bien, algo poco usual. Desde la disposición de los objetos, hasta el material del cual al parecer nos haríamos cargo. Me quedé de pie, sosteniéndome del marco de la entrada y cuando segundos después asimilé la nueva y experimental clase, entré en silencio. Era esto o Vladimir y su charada.

Permiso, dije al pasar cerca del escritorio de quien se suponía impartiría la clase; y digo de suponía porque en verdad era una persona joven. Me incliné levemente en su dirección y me adentré en el espacio disponible que había en el interior del aula.

Al fondo en una esquina apartada, como si de un niño castigado se tratase, Albus esperaba de pie, mirando fijamente el acceso al aula. Levanté una mano en su dirección en forma de saludo y fui a reunirme con él.