Primera clase de Transformaciones// Alumnos de 6°

El primer pensamiento que tuve al llegar en compañía de mi rubio amigo al aula de transformaciones fue algo parecido a “oh no, de nuevo no”. Esto de ponerse didáctico en las clases seguro era un plan macabro armado para boicotear mi buena disposición a tomar en serio mis estudios. Me quedé helado nada más entrar y observar la nueva estructura y disposición de los objetos en el lugar. De entrada todas las bancas habían sido desplazadas, después algo que parecía un calle en miniatura ocupaba gran parte del suelo. Un nada amable empujón me hizo avanzar y dejar paso libre a las personas que esperaban entrar. Me moví sin dejar de mirar con extrañeza aquella cosa en el piso, intentando no pisarla mientras avanzaba en busca de un lugar dónde acomodarme.

Cuando finalmente encontré una esquina en dónde nadie más se atreviera a incomodarme, miré al frente y oh sorpresa. Allí en la pizarra, como si de un letrero de local en luces neón se tratara, las nada disimuladas instrucciones se encontraban. Al menos nadie podría decir que no las vio, entender podía ser un problema pese al tamaño y vistosidad de la grafía.

Leí con cuidado y por un segundo todo fue bien, hasta que llegué a la parte de “carrera de conejos”. Debía ser una broma, pensé con pesadez. Pero por si la cosa no iba siendo suficientemente mala, al revisar la lista de parejas asignadas, un nudo se asentó en mi estómago. Con un suspiro tomé mis cosas de nuevo y busqué con la mirada a mi equipo para ponernos a trabajar, entre más rápido acabara la clase, más rápido todo terminaría.

La insistencia de Rose en que acabase rápidamente de colocarse la corbata, hizo que tardase más en hacerlo. Por cosas del destino, a los cinco eternos minutos de ponerse bien la corbata, que hacía ya cinco años que había aprendido a colocársela adecuadamente; su bolsa había desparecido. Después de destrozar toda la habitación que tenían en común con tres chicas más y al fin encontrar la maldita bolsa, salieron a toda prisa hacia el segundo pasillo, eso conllevaba bajar miles de escaleras que para colmo tenían vida propia y hacían que llegasen algo más tarde. Pero para la sorpresa de las dos, habían llegado a tiempo, ya que poco a poco la sala comenzaba a llenarse.

Corrían rumores de las parejas que había elegido el profesor Mardsen, y existía uno que a ella no le hacía demasiada gracia. Había pensado en saltarse la clase y escaparse por unas horas, pero Rose, tan protectora como siempre, la obligó a ir. Lo primero que veían todos los alumnos al entrar a la case era la pizarra con aquellas letras tan llamativas. La segunda cosa que miraban era la parte izquierda de la sala, la enorme pista de carreras que había a ese lado.

Volteó la cara al lado opuesto cuidadosamente cuando se fijó en el chico que no debía hacerlo. Suspiró por lo bajo y cerró los ojos momentáneamente, ahora mismo en sus adentros lo único que quería era salir corriendo de allí y esconderse en algún lugar del lago. Pero por más que quisiese, un torpe y molesto golpe de codo hizo volverla en si. Rose la miraba con ojos de asesina y la obligaba a avanzar, a demás de que estaban obstruyendo la puerta de entrada. Con bolsa en mano se sentó sobre la tercera fila, en una banca solitaria y fijó su atención en el libro que tenía en frente, dándose cuenta que había otro idéntico a su lado. Genial, pensó a sus adentros. No bastaba con que su compañero asignado no le dirigiese casi la mirada, que a demás, debían de sentarse juntos, o eso al menos parecía.

Iba a tener que correr como casi todas las mañanas. Subiendo las escaleras desde el sótano hasta la primera planta seguida de Ginger termine de peinar con los dedos mi pelo hacia atrás para terminar por recogerlo hacia arriba en una coleta. Había tenido que luchar con una de mis hermanas pequeñas para poder terminar de arreglarme y además perdido unos valiosos minutos buscando mi falda entre la ropa del armario, por lo que cuando bese la mejilla de Gin me apresure a subir la planta que me separaba aun de la clase de transformaciones viendo como alguno de mis compañeros aun estaban cruzando la puerta. Al menos no llegaba excesivamente tarde.

Pasando la puerta me quede levemente sorprendida ante el cambio de disposición en la sala. Los pupitres que habitualmente estaban repartidos por toda la clase de dos en dos estaban agrupados contra la pared dejando un gran espacio en el medio, de modo que apartándome hacia un lado para dejar paso a la gente que venía detrás busque respuestas a semejante cambio de última hora notando entonces las palabras escritas en la pizarra. ¿Conejos competidores? No pude evitar enarcar una ceja mientras me movía esquivando gente hasta encontrar un hueco libre apoyándome en uno de los pupitres libres mientras dejaba la bolsa con mis cosas a mis pies.

No sabía decir si el ambiente del resto de los alumnos era aburrido o simplemente tenso. Algunos charlaban animadamente con el compañero de al lado mientras otros no se fijaban en nadie y mientras yo esperaba a que mi supuesto compañero llegara deje mi mente volar unos momentos mientras repasaba el plan para la tarde. En teoría tenía que salir a los jardines con Shai para una práctica de vuelo ya que estaba intentando hacer prácticas extra como buscadora y sin medir las consecuencias me había comprometido a ayudarla.

Caminé en silencio al lado de Albus hasta llegar al aula correspondiente. Había sido en su mayoría un trayecto tranquilo y silencioso, lo cual agradecía internamente. Después de nuestra ultima charla "seria", lo que más necesitábamos era eso, silencio. No había ido a clase precisamente por mi buena conducta o deseo de aprender, ahora el colegio era una simple excusa. Al paso que iban las cosas, quien sabe si seguiría aquí el año entrante. Así con paso pesado, me arrastré tras mi amigo hasta llegar a nuestro destino.

Tan despistado como iba pensando en lo que podría estar haciendo en esos momentos me impacté directamente con el cuerpo solido que iba al frente mío. Albus se tambaleó pero igual conseguí que se moviera de su lugar y avanzara, dejando el acceso libre a los chicos que esperaban entrar. Le seguí por inercia hasta un espacio apartado del bullicio. Allí a su lado seguí su mirada a las llamativas letras de la pizarra. Con un suspiro despedí con una mirada preocupada a mi pequeño amigo que tomó sus cosas y se dirigió al otro extremo del salón. Observé su caminar lento y dubitativo hasta llegar a lado de su compañera de trabajo.

Sin ser consciente, solté el aire que había retenido y volví a mirar la lista de equipos. La repasé con cuidado poniendo atención en cada nombre hasta encontrar el mío. En seguida miré a todas partes, el salón comenzaba  cobrar vida, parloteo por aquí y por allá, personas moviéndose. Yo solo quería salir de allí. obligupe a mi mente a no escapar y encerrarse dentro de sí. Ahora lo más importante ¿Quien era Anna?, mejor aún, ¿dónde estaba?