Fred H. Weasley's flash backs

"Septiembre 25, 2020 ~ 22:00 PM ; Patio de Transformaciones"

Era una noche de otoño, cerrada. Definitivamente, la luz de la luna se había rehusado a dejarse ver aquella noche. Indignada, impedía que su suave luz argentina bañara los pasillos y estancias del gran colegio. Sin embargo, allí se encontraba Horus, recorriendo un pasillo apenas iluminado por antorchas, colgadas de la pared, alumbrando de forma pobre sus pasos, lo justo para saber si había una pared enfrente o no. Sin embargo, cinco años en el castillo bastaban para aprenderse el camino de memoria hacia donde se dirigía. —¡Fred!— le llamaron con fuerza, pero a su vez, esforzándose por no hacer ruido, un susurro fuerte, un grito entre los susurros que aún así, no fuera propiamente uno. —¿Estás seguro que el patio es buena idea? Podría entrar cualquiera...— volvió a hablarle James, mientras ambos, abrigados por sus túnicas recorrían el último tramo hasta las puertas que desembocaban en el legendario de patio de transformaciones. —Ya te he dicho que sí— le replicó cortante su primo, mientras se frotaba las manos, como si tuviera frío. Lo que en verdad significaba que estaba nervioso, ¡claro que no estaba seguro de aquello! Pero aún así, sin Frank, no podían aventurarse a ir hasta el sauce para tomar el pasadizo, es que simplemente no le daba buenas vibras hacerlo de a dos y no de a tres. Así se lo hizo saber a Potter. —Ya sabes que, sin Frankie, no podemos ir, es peligroso...— se excusó, por más que para ambos era bien sabido que no era eso. Después de todo, dos de los más revoltosos de Hogwarts hacían tiempo que habianle perdido el miedo al antiguo árbol. Aún así, no era eso, era un sensación en el pecho de Fred que marcaba el hecho de que salir de Hogwarts aquel día, no era una buena idea, por más que no le temieran a nada.
Una vez en el patio, una suave brisa, pero no por eso menos fría, sopló provocando que las colas de sus túnicas hondearan momentáneamente al compás del viento. Saliendo de la pérgola que enmarcaba y delimitaba el patio, camino sobre el empedrado sendero que conducía hasta el monumento del medio, con paso tranquilo y precavido, con la misma sutileza que se movía cuando salían junto a su hermano del alma a realizar alguna travesura. Una vez llegó frente al monumento, se volteó, buscando con su mirada a Sirius. —¿Tú crees que se habrán sentido igual?— preguntó de repente, provocando la mirada de sorpresa y desconcierto en el hijo de Harry. —Ya sabes...— comenzó a explicarse el sobrino de Fred. —¿Se habrán sentido así, James y Sirius? Cuando practicaban para lograr volverse animagos...— confesó al fin, dejando tácita la mención del "cómo" se sentía exactamente. Nervios, ansiedad, paranoia, cautela, miedo, dudas y más nervios, transformándose todo en un insoportable pesar de ansiedad pura por lograrlo y sino, la frustración te invadía. Suspiró resignado, después de todo, jamás lograrían saber a ciencia cierta como se sintieron sus precursores. —Bien, aquí voy...— anunció y se quitó la túnica, quedando solo en pijama, mientras la tela negra discurría y caía al suelo.
El viento acariciaba sos cabellos castaños, mientras el silencio invadía, escabrosamente, las estancias. Lo único que se oía eran las respiraciones de sendos miembros del clan Weasley. Una más nerviosa que la otra, más irregular y entrecortada. La de Horus, que con una mueca en el rostro, pareciera que estuviera haciendo un gran esfuerzo físico.
Lo cierto era, que de eso se trataba. Más o menos. Con el semblante serio y contraído, el ceño fruncido y la mirada perdida, en la nada misma, Fredward intentaba por enésima vez, transformarse en un tigre de bengala. Sentía un ligero ardor en ciertas partes del cuerpo, como antaño. Como si algo desde su interior se esforzara por salir. Sin embargo, no lo lograba. Se contorsionó, como si aquello le facilitara la tarea que se había encomendado y emitiendo un gruñido y jadeo exhaustivo, cayó al suelo. De rodillas y con los brazos por sostén, allí se encontraba, impotente, como tantas otras veces. Incapaz de transformarse en un animal...

"Diciembre 20, 2020 ~ 19:00 PM ; Bosque Prohibido"

El invierno se había instalado en las altas tierras escocesas. Suaves copos de nieve, acompañados de moderadas ventiscas heladas, formaban el clima más frío del año. Todo, por donde se viera, brillaba de una blancura inmaculada, producto de las nevadas que noche tras noche llegaban a producirse. Sin embargo, allí se encontraba el trío, recorriendo, con dificultad, sobre la nieve, los terrenos del castillo. Una estela de huellas quedaba impregnada en el blanquecino y blando terreno sobre el que se desplazaban en dirección al bosque. Mientras tanto, los tres amigos, arrebujados en sus abrigos, apresuraba el paso, en vista de la hora. La tarde se cernía en un cielo que no inspiraba alegría, mientras los últimos rayos del sol que podrían disfrutarse aquel Sábado taciturno, alumbraban con cansancio las copas de los árboles, arrancando destellos dorados que se fusionaban con la nieve acumulada sobre las hojas, produciendo un efecto maravilloso. —Debes dejar tu manía por las largas excursiones Fredo, podríamos haber ido tranquilamente a la sala Multipropósitos...— se quejó James, en lo que sorteaba una piedra semi enterrada por la nieve. —Ya te hemos dicho ambos que allí corríamos el riesgo de cualquiera que conociera su existencia o el de que ya la estuvieran usando...— se encargó de explicarle Frank.
—¿Y qué? Podríamos haberlos echado con facilidad...— se empecinó Sirius testarudo. Provocando que Fredward echara la cabeza hacia atrás en señal de cansancio y soltara un fastidioso bufido. —Si, ¿y cuánto tiempo del que no disponemos habríamos perdido? Además, no tienes en cuenta la posibilidad de que alguien ya la esté usando y al llamar a la sala hubiera especificado el que nadie pueda entrar mientras permanezca dentro...— le interrumpió Horus, esta vez tajante, rebatiendo todos los argumentos de su primo. Y a continuación, aceleró la marcha, ansioso por llegar al bosque y encontrar un claro, que ya habían visto los tres amigos en sus múltiples excursiones al bosque.
Una vez llegado al claro del bosque, Fred pudo comenzar a respirar con tranquilidad y sentirse calmo. Las vacaciones de Navidad se acercaban y eso quería decir, por un lado, que ya no vería a Frank en una semana. Y por otro, que no podría seguir practicando e intentando transformarse finalmente en un animago. Sospechaba sin error alguno, que no tendría tiempo, con todo el alboroto que se montaría en la familia Weasley por las fiestas. —Debo decir que llegar hasta este lugar, a cambio de soportar las quejas de James, ha valido la pena...— masculló en broma Weasley, provocando que Frank se riera y James le mirara burlón. —Bueno, ¿qué puedo decirte? Aprendí del mejor en cuanto a quejas se refiere, señor nomeatrevoahablarlealachicaquemegusta— contra atacó James, con lo mejor que tenía, dejando que la rabia, momentánea invadiera el rostro de Horus y luego pasara a transformarse en impotencia, que rápidamente sobrepuso. Fue entonces cuando Longbottom decidió intervenir, solo por si acaso. —Ya, ya, ya, que James sea un desalmado no hace que todos lo seamos...— intervino finalmente, para hacer que todos mantengan la calma. A lo que ambos primos decidieron atarse, dejando pasar un mero conflicto de bromas pesadas. —Si, tenemos cosas que hacer...— masculló Horus cortante, ante la aprobación de sus dos amigos que asintieron mudos.
Uno tras otro, James y Frank, cayeron rendidos ante el esfuerzo de transformarse. Habían aguantado cerca de quince minutos, intentando, con nefastos resultados, el lograr transformarse. Rendidos, sobre la nieve, observaban jadeantes a Fredy, que aun lograba mantenerse en pie y plantar batalla. Pareciera que se estaba dedicando a realizar una danza grotesca. Se contorsionaba de manera extraña y hasta parecía convulsionar, mientras en su interior el hermano de Roxanne, sentía como aquella sensación interior, que se habría paso con una quemazón abrasadora, luchaba por salir y se encontraba más cerca que nunca. Ya podía sentirlo, como algunos de sus sentidos cambiaban y como su cuerpo, luchaba por no transformarse, rehusándose a ello, pero impotente cedía poco a poco. Alegría ya comenzaba a invadirlo, cuando una especie de descarga lo invadió, generando que todo su cuerpo se moviera frenético y no logrando mantener el equilibrio cayó. Cayó, perdiendo la concentración, perdiendo la determinación y el temple, permaneciendo en la fresca nieve, mientras sentía como la quemazón permanecía intacta, disminuyendo muy de poco en poco, mientras que todas las sensaciones antes experimentadas parecían haberse esfumado. Solo sabía una cosa, no lo había logrado.

"Marzo 13, 2021 ~ 00:00 PM ; Casa de los Gritos"

—¿Sabes que no lo sé hermano?— lanzó la intrigante al aire James, mientras recorrían a gatas el pasadizo del sauce boxeador. Se encaminaban a la casa de los gritos, durante una noche templada de un invierno que se sabía a la mitad de su temporada. Las nevadas habían sido moderadas las últimas semanas y la temperatura se había elevado, solo un poco, permaneciendo el frío, pero resultando más leve de lo normal. Y allí se encontraban, aquel Miércoles, a mitad de semana, los tres amigos. —¿De qué hablas?— preguntó un Frank desconcertado, que cerraba la marcha de gateo, justo al momento que Sirius lograba llegar al final del pasadizo y corría la baldosa que lo ocultaba, apurándose en salir a la casa. —No te decía a ti, tu no estabas aquella noche, le hablaba a Fredward— contestó el mayor de los Potter, mientras se sacudía la tierra de las rodillas del pantalón. Justo a tiempo para que Fred terminara de ayudar a Frank a salir del pasadizo y James lo volviera a cerrar con la baldosa. —Te he dicho mil veces, mil veces Jimmy, que no me llames así...— le reprochó, algo molesto Fred, mientras se sacudía el polvo de las manos y caminaba hacia la antesala de la casa. —Y yo te he dicho otras mil, que tu nombre es hermoso...— le contestó su primo, haciéndole la pelota, a propósito, con voz melosa, tan solo para fastidiarlo. Fue entonces cuando Potter recibió una colleja en la nuca, proveniente de Frank que le miraba con el ceño fruncido. —No empieces James, que es tarde y tenemos que volver a intentarlo, cada vez tenemos menos tiempo...— dijo Longbottom, dedicándole una mirada cargada de reproche a Sirius. —Frankie tiene razón, pero aun así, ¿de qué hablabas antes Jimmy?— inquirió Weasley, picado por la curiosidad, mientras se arremangaba la camisa y se separaba del grupo, preparándose por millonésima vez, para intentar transformarse en un tigre de bengala. —Lo de aquella noche, en el patio de transformaciones— se explicó James, tomando una pausa, para acomodarse y a la vez darle tiempo a Horus de recordar. —Yo también me lo he preguntado, miles de veces, y no lo sé, quisiera, de veras...— le confesó Potter, mientras Frank con el ceño fruncido ya no se aguantaba más y estallaba. —Por las barbas de Merlín, ¿podrían explicarme de que rayos hablan?— preguntó Longbottom intrigadísimo sin comprender nada de lo que hablaban. —Una noche, practicamos sin ti Frank...— comenzó a hablarle Weasley. —Y hablamos de cómo se hubieran sentido los merodeadores originales cuando intentaban transformarse...— interrumpió tajante James a su primo, explicándolo todo con simpleza.
Dispersos en una especie de triángulo, los tres amigos se dedicaron a lo suyo. Concentrados como estaban, intentaron transformarse en animales. El silencio propio de la concentración inundó el ambiente, mientras las tres mentes por separado se zambullían en lo más profundo de sí. Buscando aquello que tanto anhelaban, pronto no estaban de encontrarlo. El primero en fallar fue Frank, quien jadeante cesó con la tensión de sus músculos y se derrumbó contra en pared, quedando sentado en el suelo. Era algo extraño, solo habían pasado cinco minutos y ya había caído. Él solía aguantar más.
A continuación, fue Fred el que cayó. Jadeante, había notado los músculos de su cuerpo contraerse hasta el límite, y un poco más si se puede. Pero no pudo aguantar el esfuerza y calló al suelo exhausto, tampoco lo había logrado...