Impossible girl// Alice Longbottom

Desde que habíamos regresado de las vacaciones de invierno, había notado que tanto Alice como Albus habían estado actuando extraño, cosa que me inquietaba bastante; Alice no solo era mi mejor amiga – que no fuera parte de la enorme familia Weasley ni prima cercana o lejana – si no que, desde hacía unos meses, había notado que el cariño con el que trataba a la mayor de los Longbottom tenía algo que dejaba de ser fraternal para transformarse en otra cosa. Al principio había negado todo - ¿Yo? ¿El soltero más codiciado de Hogwarts enamorado de mi mejor amiga?, no es mi estilo – pero después de ver como Hugo trataba a Alice, e inclusive mi propio hermano se comportaba de una manera más amable con la castaña que con las demás personas hicieron que me cuestionara mis decisiones.

Pero ahora, con la guerra casi dándonos golpes con una vara – como bien diría Rose – y la lealtad de todos cuestionada, no sabía que pensar de nadie, a excepción de mi hermana, mi prima Rose y mi mejor amigo Fred.  Y como Albus ya me había avisado que si me acercaba demasiado a Alice la poca estima que aún conservaba por mi persona desaparecería más rápido que el Director cuando le mostrabas una barra de jabón, no sabía que pensar o que hacer, toda una novedad para mí.

Así que cuando la encontré en medio del pasillo que llevaba a su Sala Común, con el rostro confundido y la apariencia de estar más alicaída que lo usual en estas épocas, olvidé todas las precauciones que había levantado hasta ahora y me acerqué a ella, acariciando con suavidad su cabeza para que no se alterara ni pensara que era algún acosador pervertido que había llegado para aprovecharse de ella – bien, considerándolo, no estaba seguro de que no pensara eso de mí – y esperando que no me lanzara un opuggno o sacara alguna de las raras plantas de su padre para que me devoraran como un delicioso refrigerio de perro en salsa tabasco.

- Soy yo Ali, no me vayas a convertir en algún roñoso bicho

Con una sonrisa dejé mi mano descansar sobre la suavidad de su cabello unos momentos más antes de retirarla, cruzando mis brazos posteriormente sobre mi pecho y mirándola en una mezcla de diversión y preocupación.

- ¿Y bien, que hace una hermosa dama como tú aquí, llorando y sin algún caballero que le sirva para limpiarse los mocos?

Me reí y agité mi corbata hacia ella, como dándole a entender que podía utilizarla si tenía la necesidad, aunque por dentro me debatía si estaba haciendo lo correcto o no. No quería tener más problemas con Sev de los que ya cargaba, y si nuestra amistosa-nosequemás relación provocaba que mi hermano se pusiera peor que un gato en celo – no entendía sus celos anormales, pero debía de soportarlos, claro – tenía que llevar las cosas a un término totalmente profesional. A pesar de que mi corazón y mi cerebro me dijeran lo contrario.