I am Happy... And hurt {Scorpius}

Caminaba despacio, cómodo con el silencio que había a mi alrededor. Aún era temprano como para reunirme con la adquisición más nueva del club de las serpientes en movimiento, un chico de quinto. Sin duda muy astuto y ambicioso ―como la mayoría solía serlo― pero poco inteligente y cuidadoso a la hora de ocasionar daños. La última vez había tenido que ir a salvar su cuello, al chico le gustaba ver la sangre, lo cual no era muy buen indicio de lo que después podría ocurrir. La única solución que había encontrado era darle algunas clases particulares a modo de tutorías para evitar futuros desastres. Bienvenido a "Daños Colaterales I" curso complementario y opcional de Introducción a Maldiciones Imperdonables I: el arte del Crucio. Una extraña sonrisa se instaló en mi mirada sin alcanzar por completo el resto de mi rostro al pensar en título absurdo que acababa de improvisar. Vaya ironía, yo entrenando a los aspirantes a poseer la marca mortífaga.

El pasillo abandonado me animó a aflojar un poco la corbata alrededor de mi cuello. Desde otros ojos no parecería que eso fuera un gran cambio, desde los míos era una completa forma de estar desarreglado e informal. Con más confianza me atreví a guardar mis manos en mis bolsillos y a silbar imperceptiblemente una vieja canción. Con aquella imagen poco usual en mí, llegué al final del pasillo donde las escaleras comenzaban. Con aquella imagen casual y hasta algo "alegre" mis brazos atraparon un cuerpo antes de que tocara el suelo.

La cosa fue como en cámara lenta, cuadro a cuadro. Ella bajando con velocidad la traicionera escalera. Ella y sus pequeños pies saltando escalón tras escalón. Ella y el traspié que hizo que no viera el último y que por tanto lo omitiera. Ella y, bueno... la conclusión que por poco fue evitable. Inclusive antes de que sucediera podía verse con exactitud lo que sucedería, así que yo solo me limité a intervenir con el destino y lo que tenía planeado para ella. O casi lo hice.

No respondí a su interrogante a cerca de mi identidad. Estaba claro que era yo el dueño de aquel nombre, hasta ahora el único con aquel tan extraño y tradicional nombre en todo el castillo. Por supuesto, dije en cuanto me miró con cara de cachorro golpeado. Para ser honestos, pude haber dejado que las cosas siguieran su curso, pero de alguna forma mi cuerpo se había movido en el instante preciso para evitar un fin más trágico. No es que ella me desagradara, aunque tampoco me agradaba del todo, simplemente se trataba de algo neutro. Territorio virgen.

La solté con cuidado, recuperando nuestras distancias perdidas por mi acto heroico, pero al final resultó que el daño estaba hecho de una u otra forma. Al principio le ofrecí amablemente solo mi mano para darle algo de apoyo. Después de constatar que aquello no era suficiente ofrecí mi brazo completo, mi hombro, mi cuerpo y viendo que ni así lograría caminar por sí mismo sin seguir lastimándose, procedí a hacer algo que en definitiva no esperaba hacer con ella; probablemente con nadie.

Sea lo que sea que planeabas hacer, tendrá que esperar, solté con calma. La rapidez que llevaba solo indicaba que se dirigía a algún lugar con urgencia. Ahora eso tendría que pasar a segundo plano. Le di una corta mirada en la que me disculpaba por lo que iba a hacer a continuación. ¿no solía decirse que es mejor pedir perdón que permiso?

Me acerqué a ella de nuevo y pasé un brazo por detrás de su espalda mientras el otro tras sus rodillas. En pocos segundos la levanté y comencé a caminar en dirección a la enfermería. Podía ser un simple esguince que incluso yo pudiera aliviar con un hechizo pero no me atreví a hacerlo, mejor dejar que Candice lo hiciera. Al menos eso me daba una excusa para verla y hablar un poco con ella, había cosas que debía preguntarle. Mi única inquietud fue que no nos topáramos en el camino con demasiados conocidos, esto podría darse a malas interpretaciones.

No había pensado en el hecho de que la chica portaba el uniforme escolar, lo que significaba: blusa y falda como complementos esenciales. Quizá el que todas y todos usáramos el mismo uniforme día tras día, lo había convertido en algo tan vano y cotidiano que había terminado por restarle importancia. Era así y nada más. Ahora yo ya no reparaba en ese detalle. Cuando ella me hizo ver ése pequeño gesto, casi inconveniente dadas las circunstancias, me detuve en seco.  En verdad que la idea no había cruzado por mi mente, mi acto caballeroso y noble ―era casi idiota sentir que había salvado al mundo por ayudarla― me habían cegado, nublado la vista como para darme cuenta de los daños colaterales. Eso sucedía a menudo cuando la mayor parte del tiempo te dedicabas a destruir y ocasionar daño, una insignificante acción “buena”, un chispazo de luz y de pronto lo interpretabas como una gran obra de caridad a la cual hacía falta componer toda una oda.

Abrí la boca para decir algo, pero entre más lo pensaba menos sabía cómo resolver el asunto. Sin poder preverlo ―y dicho sea de paso evitarlo a como diera lugar― en tenue rubor se apoderó de mis mejillas. En un momento como ése, desee no tener una piel tan pálida que dejara al descubierto los procesos y reacciones químico-biológicas de mi cuerpo. Pude sentir el calor de mi cuerpo expandiéndose a cada rincón y me maldije por no tener más control para este tipo de cuestiones. Abstenerse de golpear y entrar en una pelea con gryffindor, perfecto, puedo hacerlo. Dominar mi temperamento y lenguaje en alguna discusión sobre mis ideales, pan comido. Regular mi respiración y aparentar que todo iba sobre ruedas, inclusive eso era fácil para mí. Entonces no entendía qué sucedía con esta chica. No es que ella me gustara, hacía tiempo que tenía bien definidos mis gustos personales y ella no entraba en mis estándares. Algo estaba mal, pero era mi culpa, eso me pasaba por intentar jugar a ser el chico amable; jamás lo sería.

Tosí un poco mientras desviaba mi mirada al suelo, el muro, el pasillo, lo que fuera y estuviera a un pestañeo de mi parte. Finalmente las ideas volvieron a fluir con lentitud a mi cerebro. Cierto, disculpa. Aquí, hablé con una sensación un poco seca en la garganta, lo que provocó que mi voz saliera más ronca que de costumbre. La coloqué con suavidad de nuevo en el suelo, dándole algo de apoyo con un brazo mientras que con el otro me quitaba la capa que caía aun sobre mis hombros. Me agradecí mentalmente el que no la hubiera dejado minutos antes en la sala común, o de lo contrario estaría sufriendo aún más en estos instantes.

Cuando la tuve suelta en mi mano se la entregué a la chica. Toma, esto servirá para que te cubras. Esperé mientras ella colocaba la tela alrededor suyo antes de volver a cargarla. Faltaba todavía un largo trecho por recorrer. Antes de continuar pensé en que tal vez yo debería informarle a alguien lo que le había ocurrido. Ya que había comenzado la tarea no iba a dejarla hasta completarla al cien. Así que me aventuré a preguntar, aunque siempre podía dejar que la enfermera o Candy hicieran el trabajo que quedaba por hacer.

Yo, hum, ¿debería decirle a algún amigo tuyo que vaya a, verte?