Una vampira y una animaga [Katherine A. Queensy]

Spoiler:

Esa vez estaba más que decidida a que podría hacerlo, sabía que al final podría convertirse en el animal que desde hace años se convierte. Un tigre blanco, con los ojos igual de azules que ella. Sabía que nada podría impedírselo, por ello había ido no muy al interior del bosque pero tampoco por las afueras, no quería que nadie pudiese verla en plena transformación. ¿Pero y si volvía a pasar exactamente lo mismo que la primera vez? Negó con la cabeza ante esas malas dudas, aquella vez quizás estaba confundida o tal vez cansada, de ahí que se desmayase y tuviese que estar un día en la enfermería. Pero esta vez no sería así, pocas veces había fallado en su transformación y no iba a tolerar una segunda.

En realidad tenía el coraje suficiente como para salir al bosque, casi anocheciendo, un día semanal, sabiendo lo que le había pasado hace días atrás. Pero estaba tan segura de que esta vez no fallaría, que al acabar las tareas del día, salió disparada de la sala común y sin pensarlo se adentró hacia el denso bosque. Sabía que corría varios riesgos, ya que, si su transformación volvía la debilitar y se desmayaba, algún animal o vampiro podía comérsela fácilmente. Luego existían las posibilidades de encontrarse a algún profesor y que la expulsaran o le descontaran puntos a su casa, cosa que no quería. Pero hoy se había levantado decidida a que podría convertirse al final en el animal que lleva dentro, ¿si no, de que servía ser animaga y no poder transformarse?

Dejó su capa y túnica sobre una gran roca, miró hacia alrededor de donde se encontraba. Había llegado hacia un claro y en medio de éste estaba la gran roca, que tuvo que quitar una capa de nieve con un leve toque de varita. Para ser invierno el día de hoy era uno de los menos fríos, aún así no llegaba a los 10 grados. Pese a ello decidió que hoy sería buen día para usar el pantalón largo del uniforme en vez de la falda, con el frío se le quitaban las ganas de llevar las piernas al aire. Arremangó las mangas del polo y cerró los ojos, intentando concentrarse. Sentía como una energía la absorbía completa y absolutamente, pero todavía sabía que no era un tigre, seguía siendo una joven muchacha de dieciséis años. Cerró los ojos más fuerte intentando evadirse de todo a su alrededor, sin darse cuenta que comenzó a sudar. Su respiración se volvía entrecortada pero ella no quería rendirse. Siguió con aquel esfuerzo que poco a poco iba quitandole fuerzas, tenía que conseguirlo... Más tarde soltó un gran suspiro y abrió los ojos. Poco a poco su respiración fue acompasándose y se sentó en la roca donde había dejado su ropa.
-¿¡Qué maldita cosa pasa!?- Dijo un par de palabras en francés maldiciéndolo todo.

Llevaba la capa colgada del brazo mientras discutía con Ginger en nuestra habitación. Iba a salir a cazar con mis hermanas, pero Shei había decidido esperar un par de días porque estaba atascada estudiando con sus amigas, mi otra hermana pequeña siempre ponía escusas y ahora Ginger decía que no quería ir. No podía evitarlo, cada vez que teníamos esta conversación acababa dividida entre la culpabilidad y el enfado. Sabía que todo esto era culpa mía, que si hubiera sabido llevar todo aquello no estaríamos en este lio como lo solía llamar ella. Ni siquiera entendía porque se comportaba así, no era como si fuera algo tan malo.

Después de media hora intentando convencerla de que viniera conmigo acabe por desistir saliendo de aquel lugar apartándome el pelo de la cara. Al parecer la “excursión” familiar iba a ser un viaje en solitario así que tratando alejar mi cabeza de todo aquello me escabullí por la zona trasera del castillo sin demasiados problemas. Una de las ventajas de todo esto era que ya casi podía controlar la habilidad y la fuerza que hubiera recibido. Salte desde una de las ventanas traseras cayendo de pie mientras sonreía para mí misma, todavía sorprendida del ataque de adrenalina que me invadía cada vez que hacia eso y me eche a andar por los terrenos hacia la zona del bosque. Quizás no cazaría nada después de todo, pero el aire fresco y tomar un poco de distancia esperaba que ayudara a mejor un poco al menos mi humor. El aire frio golpeaba contra mi piel haciendo hondear la capa detrás de mí cuando me la puse cubriendo el polo de mi uniforme notando la falda revolotear. Debería haberme cambiado de ropa, pero no quería pasar más tiempo allí arriba o acabaría haciendo alguna tontería, así que con un suspiro y notando como unas cuantas nubes me tapaban la luz saque mi varita, susurrando las palabras adecuadas para ver salir un haz de luz de la punta echándome a andar nuevamente. Los sonidos del bosque se habían ido poco a poco convirtiendo en algo casi familiar después de tantas incursiones secretas, de modo que ya había conseguido sentirme cómoda en aquel escenario, pero una serie de improperios en francés me saco de mi ensimismamiento.

Conocí aquella voz con un ligero acento. Seguramente después de pasar tanto rato con Rose era algo normal, por lo que soltando una carcajada me dirigí en esa dirección encontrando una zona más tranquila y un poco mejor iluminada a medida que las nubes se movían por lo que decidí murmurar otro hechizo y guardar de nuevo mi varita bajo mi capa sorprendida por la imagen que me esperaba. Una pálida Chloe se encontraba sentada en una roca junto a su ropa con las mangas subidas. ¿Acaso no tenia frio? El invierno no estaba siendo especialmente duro este año, pero aun así se notaba el aire frio, y la nieve no ayudaba por lo que me apoye en uno de los arboles a la orilla de aquel claro dibujando una sonrisa dejando entrever mis dientes. - Estas dando un buen espectáculo ahí subido gritando como loca. – dije adelantándome con los brazos cruzados bajo mi pecho. - ¿Qué hace una chica como tú sola en un sitio como este? – le pregunte enarcando una ceja.

Sus sentidos se magnificaron cuando oyó una risa a lo lejos. Los movimientos que hizo en aquel momento fueron rápidos y decididos, alargó su mano y de la túnica sacó su varita, apuntó rápidamente hacia el lugar donde provenía el ruido y divisó entre los arbustos. Una cara conocida salió de entre aquellas plantas y agachó la varita, dubitativa. No sabía si hacía bien en volver a dejar la varita donde anteriormente se encontraba, pero tampoco era demasiado normal estar apuntando a una joven de su mismo curso. Ese temor se infundo cuando vio la cara de la persona que estaba riendo y mirándola ahora. Claro, no todos los días encontrabas en el bosque a una chica gritando barbaridades en un idioma que no comprendes. La cosa estaba en que conocía a la chica, y por sus colmillos y por la historia que le contó Rose hace un mes, era un vampiro.

Desde que tenía uso de razón, sabía que la magia formaba parte de ella y que existía un mundo en el que los muggles no tenían acceso. Y siempre había pensado que era la más afortunada por pertenecer a una familia como los Benoit, dejando a parte las mentiras y los ocultamientos. Pero nunca antes había visto un vampiro delante de ella. Quizá es que no había vivido demasiado para ver alguno o que no se había adentrado demasiado en el bosque, ya que decían que habían muchos en él. Pero vamos, ¿vampiros en el colegio? Ahora sí el mundo mágico se iba a pique. Desde que pasó todo lo del baile de Halloween, muchos cambiaron de bando y se fueron a los Mortifagos por simple temor, pero ella siempre había permanecido en el bando neutral. Más que nada porque tampoco se consideraba una chica "buena", para ayudar sin pensarlo dos veces a que todo mal terminase. Llamadla egoísta, pero prefería estar al margen de todo. Pensaba que no todos son tan buenos ni tan malos como parecen.
-¿Te parece divertido? Ya me gustaría verte a ti al lado de una gran montaña de ajos. Eso sí sería un espectáculo.- Rodó los ojos y volteó la cara hacia el lado opuesto hacia donde estaba la otra chica. No la conocía muy bien y tampoco es que fuesen unas grandes amigas, sabía por oídos de Rose que era una vampira y que encima, era una de sus mejores amigas. Sí, genial, ahora tendría que mantener una extraña y odiosa conversación con alguien que podía matarla chupando sangre. -¿Y qué hace una vampirita como tú en un sitio como...? Ah espera, sí, comer.- Puso los ojos en blanco. Últimamente en su carácter predominaba la bordería, daba igual con quien fuese, si alguien conocido o desconocido, si eso era lo que le salía en ese momento, no lo iba a reprimir.

Tenía que reconocer que fue bastante gracioso ver la respuesta en sus ojos, pero si es cierto que me encontré bastante sorprendida ante su velocidad para moverse hasta donde había dejado su ropa y tomar una varita apuntándola en mi dirección por lo que descruce mis brazos alzando las manos en señal de rendición. – Tranquila fiera, vengo en son de paz. – replique burlona viendo la duda en su cara antes de que bajara la varita sin llegar a soltarla. Bueno, era desconfiada, si yo me hubiera comportado de la misma manera seguramente no necesitaría mis incursiones al bosque dos veces por semana, por lo que halagaba el instinto de supervivencia de la morena al tiempo que esquivaba raíces y plantas para salir hasta el claro de modo que las hojas y ramas dejaran de enredarse con mi ropa. Al menos me había decidido por unos pantalones en esta ocasión, mi guardarropa estaba empezando a resentirse debido a tanto senderismo.

No pude evitar mirar con curiosidad a la leona mientras me acercaba. No éramos grandes amigas, apenas la conocía salvo por las clases que compartíamos juntas y lo que Rose hablaba de ella de vez en cuando. Sin embargo aquel ínfimo contacto con ella me había bastado para notar el cambio de actitud en ella de un tiempo a esta parte. Quizás yo no era la persona más indicada para juzgar a la gente por evolucionar, no mucho tiempo atrás paseaba por los pasillos arrogantes lanzándome a la yugular del primero que me cruzara, pero sí que había podido notar la preocupación de Rose contra su amiga desde que se había vuelto una especie de ermitaña antisocial.

Solté una carcajada cuando escuche su comentario. Al parecer lo que fuera que le había pasado había amargado un poco el carácter de la muchacha que incluso parecía que se atrevía a amenazarme. No me sorprendía que supiera de mi condición, no era un secreto en la escuela ni algo de lo que me avergonzara como hacían mis hermanas y además, seguramente Rose lo habría comentado algo. – Bastante divertido en realidad. – comente a la primera parte de su reclamo negando con la cabeza. El ajo, algo que me había encantado comer no hace siquiera tanto tiempo y sin embargo aun recordaba perfectamente cuando había ido a prepararme pasta con un refrito poco después de aquello. El dolor había sido suficiente para que la mera mención de aquello hiciera que se me revolviera el estomago. – No hace falta que saques las garras, ¿Sabias? – le pregunte enarcando una ceja. – Me sorprende verte en zona prohibida, eso es todo, no te tenía por una rebelde sin causa. – agregue sentándome en una de las grandes rocas que salpicaban el paisaje apartándome el pelo de la cara para observarla cuando me devolvió la misma pregunta que le había formulado yo, soltando una carcajada cuando se contesto a sí misma. - ¿Es esa afirmación una oferta? – le pregunte dejando ver mis colmillos al sonreír antes de sacudir la cabeza cerrando la boca para ocultarles nuevamente. Cuando iba a clase solía tomar aquella estúpida poción que habían ideado para retraerlos, pero no era como si me gustara demasiado.

Sintió completamente que el ambiente se caldeaba, como si alguien hubiese encendido fuegos artificiales y empezasen a salir disparados hacia el cielo y estallar en pedazos sobre sus cabezas. No es que hubiese empezado bien la conversación, ese era el error que había cometido, pero quizá era hasta divertida la situación. Seguía con la mirada, en silencio, cada movimiento de la vampiresa, agarrando con fuerza la varita con su mano zurda. Parecía desconfiada, bien lo era, más cuando se trataba por su propia vida. Nunca se había topado con alguien así, por lo que mantenerse alerta no estaba de más. Y reafirmó aquella idea cuando la chica sacó sus afilados colmillos, que bien le sorprendió no haberlos visto antes. Sujetaba con fuerza la varita por si tenía que usarla, ese movimiento no es que le hubiese infundado demasiada confianza.

Pero al final el instinto de supervivencia la alertó de que quizá era mejor llevarse bien con el depredador que tenía al lado. Sabía que era inofensiva, o eso quería pensar, pero nunca podía fiarse de alguien que tenía por prioridad comer antes que conservar una vida humana. Y todo eso le molestaba pensarlo, ya que nunca había sido una persona prejuiciosa y su nuevo carácter la estaba volviendo en alguien que, no muy lejos, odiaba. Por eso sacudía la cabeza intentando escabullirse de aquellos pensamientos, debía de ser algo más amable, de momento no le había dado ningún signo claro como para desconfiar de una muchacha que solo venía a alimentarse, por muy extraño que fuese eso para ella. Por lo que esbozó una gran sonrisa, demasiado fingida como ella lo hubiese querido, pero al fin y al cabo, una sonrisa. Intentó relajarse tanto ella como sus músculos, relajando la mano que estaba totalmente aferrada con fuerza a su varita.

Pronto comenzó a sentirse mal consigo misma, poniéndose en la piel de la muchacha colmilluda. ¿Cómo es que le hubiese sentado a ella que una chica de su curso, amiga de su mejor amiga, se comportase de esa manera para con ella? Estaba claro que en ese momento, tal como abundaba la frialdad en ella, de seguro que le hubiese pateado el trasero si alguien le hablaba con ese tono. Por lo que intentó volverse compasiva y dejó, al menos por ahora, su lado arisco. Suspiró levemente y tomó aire, tranquila, mirando hacia el bonito claro del cual casi no había prestado atención. Con la llegada de la tejona al sitio donde ella estaba, casi se había olvidado del motivo por el que estaba allí. Una vez más, su transformación había sido un caos. Al menos daba gracias a que esta vez no se había desmayado, no estaba muy segura de la persona con la que estaba al lado, por lo que quizá si la vampiresa veía un cuerpo tendido en el suelo, sus instintos quizá eran mayores y se la comería. Aunque en realidad no sabía si un vampiro podía comerse a alguien, o simplemente matarla hasta la saciedad de sangre. Tampoco es que quisiese comprobarlo, por lo que mejor sería mantenerse callada.

Decidió dejar la varita negra cual ala de cuervo sobre la roca donde había depositado anteriormente su capa y túnica. Pudo divisar que la chica se sentó en una de ellas, no muy lejos de donde estaba. La gran roca central no era muy alta, a decir verdad llegaba sobre sus caderas. Sabía que había elegido bien llevar esa vez el pantalón largo del uniforme, cuando se subió con cuidado sobre la roca, a un lado de sus prendas, y colocó las piernas en forma de indio. Observó desde allí a la chica que se mantenía callada, dejando un silencio de lo más incómodo en el lugar. Bien sabía que no era orgullosa y que nunca lo había sido, pero se había dado cuenta que conforme su cambio, muchas cosas que antaño no era, ahora sí. Por lo que con resignación, abrió la boca para disculparse.
-Tienes razón, perdóname.- Intentó no mirarla a los ojos, disculparse con una chica que hace escasos segundos se había reído de ella, no estaba en su lista de "buenas acciones del día". Pero de momento había preferido llevarse bien con ella, ya no por el hecho de que su vida podía correr peligro estando ambas solas en el bosque, siendo un homínido mágico. -Estoy aquí por una razón creo que totalmente diferente a la tuya, supongo.- Obviamente, ella estaba acostumbrada a comer en el gran comedor todos los días, cosa que la chica que tenía en frente, no. -Pero tampoco quiero estropearte tu momento. Adelante, si quieres ves a buscar algo de comer. Con tal de no ser yo...- Escapó de sus labios una pequeña sonrisa.