Sueños de una noche de verano | Valeska

Llevar un kilómetro de pergamino a medio secar, malo. Llevar un kilómetro de pergamino a medio secar y un bote de tinta abierto mientras caminas por entre las mesas haciendo equilibrio con el resto del material podía considerarse como una invitación a la mala fortuna y a que algo terrible pasara, pero allí estaba yo, trasportando todos mis útiles en busca de un nuevo espacio para seguir trabajando en mi redacción de encantamientos. De no haber sido por aquel chico que no apartaba la mirada de mi, o de mi pergamino, seguiría enfrascado en el trabajo.

Con paso poco estable y sin ver por dónde iba me puse en busca de otra mesa disponible, entre más alejada de todos, mejor. El asunto suele ser que no siempre obtenemos lo que queremos, y yo no encontré ninguna mesa libre. Me detuve en la que tenía más próxima.

¿Puedo sentarme aquí?, pregunté a quién fuera que estaba sentado. Mi pila de material no me dejaba mucho espacio para estirarme y ver a quién me dirigía. Estaba seguro que al menor movimiento que hiciera, todo se vendría abajo. Mejor no intentarlo.

A pesar de que Valeska era excelente estudiante y le gustaba aprender todo lo que pudiera no quería decir que le encantara estar en la biblioteca cuando podía estar en el lago o en los terrenos disfrutando del clima el cual no estaba tan mal para ser Londres, el gran problema era que se había olvidado de hacer la redacción de transformaciones para la clase del día siguiente, había estado súper ocupada resolviendo las otras tres que debía entregar, estúpido año delos TIMOS, los profesores les dejarían el cerebro hecho puré.

Y allí estaba con todos los libros del tema regados en la mesa, alejada del bullicio y evitando mirar alguna cara conocida que la molestara, contando con que el lugar estaba abarrotado agradecía ser de slytherin, parecía lograr con ello que todos se intimidaran lo suficiente para no ir a saludarla o pedirle ayuda con algo.

Bostezo por lo bajo, la noche anterior había llegado tarde de leer en el bosque y en la sala común aun habían estado las descerebradas hablando de vaya saber merlín quien, el cómo habían caído en su casa era un misterio. Escucho una conocida voz y cuando alzo la mirada solo pudo sonreír, si no fuera porque nunca confundiría su tono de voz no habría sabido de quien se trataba con esa pila de libros y demás cosas encima – Por supuesto – no pudo evitar sonreír de lado – Así que… ¿por qué decidiste convertirte en una librería andante?

Un segundo después pude escuchar una voz respondiéndome. Agradecí interiormente que el destino me hubiera guiado hasta esa mesa y no a otra. Portar una corbata verde y plateada, cuando había miembros de otras casa presentes solía volverse incómodo, las miradas nunca se detenían. Incluso cuando me topaba con la familia en los pasillos, ellos me dirigían un "Hola" algo gélido y una mirada entre acusación y miedo.

Pues, creí que si revendía algo del material que me sobraba, me haría con algo dinero extra. Ya sabes, lo que hacemos es solo servicio social, dije haciendo referencia a nuestros trabajos para madame Lestrange. No podías pagar en las tiendas con satisfacción personal, ¿Debería proponer que tuviéramos una retribución o me vería muy cínico si lo hacía?

Hum, ¿Crees que podrías ayudarme?, señalé con un ligero cabeceo a mis brazos aún inmóviles que seguían en el mismo lugar. Lo que cargaba no era pesado, solo un poco estorboso pero igual, aún temía por la seguridad de mi redacción a medias. Con seguridad un miedo irracional, porque siendo mago no hubiera nada que no tuviera reparo, salvo pocas cosas.

La sonrisa divertida nunca se fue de sus labios, le parecía hilarante la imagen que estaba viendo en ese momento, el polvo de los libros ya se le estaba filtrando en el cerebro – No sabía que tu situación económica estaba tan mal como para vender tu material escolar – dijo siguiéndole la broma – Puedes sacar como propuesta en la próxima reunión que nos den alguna comisión por misiones terminadas, torturas y demás – no habría dicho esto último de estar rodeada por muchas personas, pero estaban en un área alejada de la biblioteca y sus voces eran suaves y bajas, entendibles para ambos y no para el resto, se imaginaba la cara de Madame Lestrange si le pedían eso ..

Se levantó tranquilamente y le quito un par de cosas de encima, lo suficiente para que el chico la pudiera ver de frente y pudiera acomodar el resto en la mesa por sí mismo, sin lastimarse o dañar algo, Vale dejo las cosas a un lado leyendo el título del libro que aun permanecía en su mano – Deberes de encantamientos, podría ayudarte si me ayudas con transformaciones – negocio dejando el libro en la mesa y volviendo a su lugar, era buena en la materia no le gustaba la materia, solo la había estudiado para poder ser animaga y no había profundizado más, así que mientras más rápido terminara mejor.

Instantes después tenía la vista despejada, y pude ver los ojos chispeantes y el rostro pálido de Valeska. Le sonreí levemente y dispuse el resto de mi material sobre la mesa en la que ella se encontraba trabajando. ―Gracias ― respondí con suavidad. Tomé la silla del respaldo más cercana y tiré de ella hacia atrás. Me senté sobre ella intentando no hacer mucho ruido. La bibliotecaria no dejaba de ser irrazonablemente estricta en cuanto a eso, y pese a que no nos encontrábamos cerca de la entrada o cualquier otro espacio vistoso, yo prefería seguir guardando las normas.

―Pues, no creo que esté mal― retomé el asunto de mi situación económica. Mis padres nos enviaban suministros con frecuencia a mí y mis hermanos, lamentablemente se trataban de cosas de necesidades básicas. El dinero debía ganarse con nuestro propio esfuerzo, o eso intentaban enseñarnos.  Y en esos casos, a veces tener tantos tíos podía ser útil; ellos y los abuelos nos donaban algún galeón en reuniones. ―Solo que nunca viene de más contar con algo extra ― agregué a mi propia reflexión. Suponía que la situación de Valeska era distinta a la mía, su familia como la de Malfoy, probablemente no tenían reparos en otorgar favores a sus hijos.

A su última proposición negué con la cabeza, un poco desanimado. ―Ojala pudiera, pero creo que estoy tan desorientado como tú en ese terreno. Ni encantamientos ni transformaciones son lo mío. ― Tomé el libro que Val acababa de dejar sobre la mesa, y abriéndolo en la página marcada en la cual llevaba horas  trabajando sin llegar a comprender del todo lo que estaba leyendo. ―Usualmente es Scorpius quien me ayuda con esto ―señalé al libro que me torturaba ―pero hoy ha tenido que reunirse con el director y bueno, debo terminar mi ensayo para mañana. ― Me encogí de hombros, aceptando mi destino. Debía terminarlo de una u otra forma.