It doesn't metter. You 'ill always be mi little princess...

"Si por el mero hecho de sucumbir a las pasiones incumpliendo su deber, el hombre pierde su honra..."

Una masa de músculos, tumbada en la último camilla de la enfermería se removió dando un alarido de dolor. Una mata castaña de cabello alborotado coronaba la cabeza del muchacho que hacía tan solo milésimas había dado semejante queja de dolor. Finalmente, el joven se tumbó boca arriba, admirando el abovedado y cristalino techo de aquella enfermería en la que tanto tiempo había transcurrido. Y tan bien conocía. Paseó su mirada nuevamente por allí, notando a través de los cristales de las ventanas que no era de día aún. Pero como estaban en invierno, apenas llegando a primavera, podían ser las siete tranquilamente y que el Sol aun no hubiera salido.
Notó el brazo derecho entumecido. El cuál tenía quebrado. Y además un ligero mareo al intentar mover la cabeza, para luego notar el resentimiento de su chichón en el cráneo. Maldito fuera aquel bateador de Hufflepuff. Le tenía bronca por el mero hecho de haberse acostado con su novia y con su hermana. ¿Pero qué culpa tenía él? Si no sabía, ni que una era su hermana, ni que la otra su chica. Después de todo, si ellas no avisan: "mi hermano es un loco celador empedernido" nada puedes hacer. Aunque probablemente de haberlo mencionado, eso no lo habría detenido al joven Gryffindor.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Fred al pensar en aquel partido de Quidditch. Pese a la lesión, la bludger en la cabeza, la caída en escoba y haber acabado en la enfermería, habían ganado. Y con nada más y nada menos que ocho tantos de su parte y otros siete de James. Una locura. Inclinó la mirada hacia abajo, como si tratara de mirar su propios pies y esbozó una mueca. Su pequeño amigo había decidido madrugar junto a él. Cosa normal en un adolescente con las hormonas en constante revolución. Pero no por eso estaba menos cansado de la situación que hasta aveces se tornaba engorrosa. Cuando estaba con alguien más y este se levantaba, sin aviso alguno. Resopló estirando el brazo izquierda y acomodándolo detrás de su cabeza, a modo de almohada. No había nada que hacer y además, no esperaba visitas... ¿o si?

El día había sido largo para la pequeña pelirroja, tan largo que se acababa de despertar entre medio de libros. Con los ojos entrecerrados pudo notar que aun estaba oscuro afuera. No lo podía creer; había pasado toda la noche en el sofá de su sala común y no con la mejor postura precisamente, ya que gracias a ello, ahora le dolía todo el cuerpo. Y todo por hacer un bendito trabajo de investigación se quejo. Incluso no había podido concurrir al partido de Gryffindor v/s Hufflepuff el día anterior, aunque de todo modos no hubiera asistido.  
La chimenea de la sala común se encontraba encendida, era tan acogedor el calor que emanaba aquella, que no se dio cuenta que ya eran pasada las siete. Y como era de esperarse su estomago empezó a rugir. Recogió los cientos de pergaminos que tenía a su alrededor y los guardo entremedio de las hojas de un libro, una vez hecho eso termino de ordenar todo lo demás y se dirigió al gran comedor para desayunar. Este se encontraba casi vacío de no ser por unos cuantos madrugadores. Se sentó en la mesa de Gryffindor y tomo un pan, fruta y un vaso de jugo de calabaza entre otros manjares. Fue en ese momento que un chico se le acerco un tanto preocupado: -¿y como está Weasley?- pregunto, ¿Weasley? ella tenía muchos conocidos Weasley - ¿Cuál de todos?- le contesto Lily que tenía un trozo de pan en su boca. -Fred. Está en la enfermería porque...-. Solo le basto con  escuchar el nombre de su primo y partió directo a la enfermería sin darse cuenta que había dejado caer el pan sobre la mesa. En medio del comedor regreso a su mesa y tomo el pan que había empezado a disfrutar hace solo unos segundos, y el cual pretendía terminar en el camino. Tenía mucho apetito para dejarlo.
En realidad no estaba preocupada, ya que Fred siempre buscaba la forma de estar en la enfermería. Pero aun así fue. Arribo las escaleras y luego camino por el largo pasillo de la primera planta, estaba tranquila pues tratándose de su primo... bueno no, recordando cómo era el Gryffindor automáticamente apresuro el paso. Si Fred Weasley estaba en la enfermería de seguro no era por nada bueno. Cuando al fin llego a las grandes puertas, las abrió de par en par y recorrió con la mirada todo el lugar para saber dónde estaba su querido primo. Una vez que lo localizo se dirigió a él. Y estando lo suficientemente cerca, pudo observarlo con detenimiento y se empezó a preocupar; estaba con vendaje en un brazo y un gran chichón en su cabeza, de seguro eso dolió. - ¿Pero qué demonios te ha pasado? - le pregunto un tanto alarmada tras la condición de su primo. - Woow - dio unos cuantos  pasos hacia atrás - esconde tu amigo de los ojos de tu inocente prima- se quejo Lily mirando para otro lado tras percatarse de lo que nunca imagino percatarse en Fred.

”…entonces perdería gustosamente la mía, por el simple placer de verte sonreír”

Fredward se removió una vez más en la cama, tratando de calmar su entrepierna.  Ya se estaba poniendo impaciente con el destino de la sangre que bombeaba su corazón. Sabía que tal vez en unos años, extrañaría esa capacidad natural e instantánea. Pero aun así, en ese momento se fastidiaba y refunfuñaba. ¿Por qué debía levantarse si no planeaba usarlo? Gruñó en voz alta y se giró , tratando colocarse boca abajo a ver si así se le pasaba más rápido. Pero en el intento golpeó su cabeza con el borde de la cama y soltó un alarido de dolor, regresando a su posición inicial. —¡¡Por la barba de Merlín!!— exclamó llevándose una mano a la sien golpeada y sobándose con delicadeza y cuidado de no resentir el golpe de la bludger.

Una voz chillona y femenina resonó a sus espaldas. La reconoció luego de un rato, debido al aturdimiento del golpe. Giró su cabeza y se encontró con la melena pelirroja de su prima. Una sonrisa se plasmó en el rostro del primogénito del clan Weasley-Johnson. Un rostro que se percibía demacrado fácilmente. —¿Qué no es obvio? Decidí boxear con el sauce boxeador y le terminé ganando… Pero para no humillarlo lo dejé golpearme un poco…— bromeó divertido a intentó incorporarse pero sin darse cuenta apoyó el brazo quebrado a su lado e intentó hace un esfuerzo que le generó un dolor y que volviera a caer sobre la camilla como saco de papas.  —Oh… lo siento enana…— contestó totalmente avergonzado y humillado su primo, intentando flexionar la pierna más cercana a su prima, para así tapar aquella monumental erección.