¿Let him go? Nunca.. <Severus>

En el momento en que pise las afueras del castillo la fresca brisa de la tarde azoto mi rostro  levemente. Respire profundo aquel aire puro y  refrescante mientras comencé a bajar las escaleras que me llevarían a los jardines.  Los alrededores estaban cubiertos por esa fina niebla de invierno ya tan concurrente estaba en estos días, el cielo gris no le permitía a los rayos del sol iluminar una sola tarde, manteniéndolos cautivos por semanas ya.  

Comencé apresurar mi paso, las clases comenzarían en poco y yo quería estar lo más lejos de la multitud y profesores para ese entonces,  ya le había pedido a Roxanne que me cubriese, con una típica escusa de malestar, mientras yo escapaba de transformaciones.  Ya sabía yo que si me encontraban fuera de mis clases o divagando por donde no debería no saldría con una simple advertencia.

Gire mi cuello mientras baja con velocidad, haciéndolo sonar y a su vez provocándome una risa muda, mi cuello era la prueba viviente de las veces que mi almohada desaprecia durante las noches para aparecer en el piso a la mañana siguiente. Mis pies empezaron  a vagar, aunque no por mucho ya que rápidamente me topé con el cobertizo, un cuarto de madera con entrada al lago, donde muchos de los botes se guardaban,  parecía tan pequeño  ahora, recuerdo cuando era una niña: mi primera vez en Hogwarts, los botes se guardaban aquí, aquellos que nos traían del expreso escarlata a nuestra nueva gran aventura en el lugar más mágico que hasta ahora he conocido. En realidad muchas cosas habían cambiado desde ese primer día, empezando conmigo misma. No todo era bueno, no todo era malo, pero había cambios. Dentro del cobertizo acomode mi falda y me arrodille justo al final del piso, frente al agua que junto con el ruido del viento capturo mi atención.

Extendí la mano haciendo que la punta de mis dedos sintieran el frio del agua, y lentamente comencé a moverla haciendo pequeñas olas, para ser sincera me daban ganas de ir y meterme, si no fuera por el frio, y que llevo el uniforme puesto.  Me puse derecha mientras  secaba la mano mojada contra el costado del suéter, y me sentaba sobre mis talones.  Atenta en el agua pude divisar una figura a mis espaldas, por un momento mi rostro se volvió tenso y confuso,  luego una sonrisa se dibujó en mi rostro: Albus.  Desde que volvió, a veces ya no sabía cómo comportarme en su presencia, pero era Albus, mi Albus, mi primo, eso no podía cambiar por cuantas veces el se diera a la fuga, o la tierra se lo tragaba.  Pero de todas formas era.. raro..

Entiendo, dije llanamente después de haber permanecido segundos en silencio frente al chico rubio. Estaba dando por hecho que aceptaba el pequeño encargo que se me había encomendado, tampoco es como si hubiera podido negarme. Nadie le dice que no. Scorpius pareció aligerarse después de escuchar mi respuesta. El asintió en silencio con una imperceptible mueca que podría interpretarse como sonrisa y después solo se marchó.  Yo me quedé allí, de pie, inmóvil. Pensé que al menos no se trataba de hacer algo que me desagradara, de hecho era la primera de mis misiones que podía cumplir a la perfección.

Despejé mi mente a la fuerza minutos después, ya prepararía todo más tarde, por ahora debía ir a recoger mi material y dirigirme a mi clase. Sin hacer demasiado ruido y a paso recto, avancé hacia la salida. Sin embargo antes de que pudiera poner un pie fuera, algo captó mi atención. Había una figura inclinada en el borde del suelo, si se acercaba un poco más pod´ria decirse que caería al agua. Miré a mí alrededor, no había nadie más allí. Me pregunté si mi amigo no la había visto al pasar por el lugar, ¿Nos había escuchado? Esperaba que no o tendría que tomar medidas preventivas. O quizá, con suerte, ella había llegado un momento después. Solo podía saber algo con certeza, su cabello rojo-naranja. Debía ser alguien de la familia.

Dudé  un segundo y al final me acerqué hasta mi prima. Ella absorta en su propio universo no notó cuando llegué a su lado. Observé sus gestos reflejados en el agua turbia y fue entonces cuando me miró.

¿Qué haces aquí?, pregunté serio y tal vez con algo de rudeza en mi voz. Pensar que podría haber estado allí todo el tiempo y que podría haber escuchado algo de mi conversación con Malfoy, no era muy alentador.

Esa sonrisa desaprecio en el momento en que su voz se escuchó en todo el cobertizo, su voz era dura, seria, totalmente diferente a la que pretendía escuchar, pero bueno esta es la realidad, no un reflejo de mi mente y las mil conversaciones y escenas que se habían armado más de una vez. Respire profundo para soltar el aire mientras me ponía de pie. Acomode mi uniforme mientras me daba la vuelta y quedaba frente a él, las arrugas de la falda fueron desapareciendo igual que las del suéter, el cual disimulaba mucho más que la primera.

Le mire a los ojos mientras abría la boca para contestar, pero rápidamente la cerré vacilando ante mis propias palabras. ¿Qué estaba haciendo aquí? Descansando.. Escapando.. ¿Relajándome quizás? Pensado era una buena respuesta, había estado haciendo todo eso y mucho menos, teniendo en cuanta que hace pocos minutos me encontraba en este viejo cuarto. – Nada – me limite a decir, mientras jugaba con mis dedos, un mal hábito que hacia cuando estaba nerviosa y aburrida, entre otras cosas más, y mis dedos sufrían las consecuencias ya que comenzaba a estrujarlos sin piedad.  – Caminaba y aquí estoy ¿Y tú? ¿Qué haces en el cobertizo? – para ser sincera el hecho de mi primo rodeando por aquí era algo que no me esperaba, ni yo era de dar vueltas por estos lares.

-¿Qué tan ocupado estas Al? – ¿Y qué tan apegado a seguir las normas estas últimamente? Debí a ver dicho también.  Hable sin pensarlo dos veces, ya que sabía que si lo hacia esa idea se borraría de mi mente. No estaba dispuesta hacer castigada, pero en el momento de hablar no parecía tan malo. Desvié mi mirada por unos momentos a los pocos botes sobre las paredes de piedra y vieja madera, al volver a ver sus ojos verdes una sonrisa pícara apareció en mi rostro nuevamente.

No estaba realmente segura si el Slytherin diría que sí o se marcharía decido por donde entro, pero no perdía nada con intentarlo, bueno quizás si.. Pero no venía al caso. Si su respuesta era negativa podría insistirle en hacer otras cosas,  o girarme inmune a sus palabras hacia el confort de mi sala común, o bajo un árbol a leer; pero si en cambio el cumplía mis caprichos podríamos terminar pasando un momento de adrenalina por mi parte al sacar uno de esos botes a flotan por el gran lago con nosotros sobre el.

La observé ponerse en pie con algo de duda en sus pasos. Me regañé por haberla tratado tan fría y acusadoramente. Entre mi partida y mi regreso, la distancia se había ensanchado más si eso era posible. No solo con ella, con toda mi familia en realidad, pero Rose, ella siempre había sido la persona más cercana a mí. Más próxima que mis propios hermanos, y el haberla perdida, dolía.  Acomodó su uniforme con cuidado, y yo no pude más que mirar un punto lejano e indistinguible sobre su cabeza para evitar su mirada.

Esperaba a que ella dijera algo, quizá no que respondiera mi pregunta pero que dijera algo a fin de cuentas. El silencio ya no era cómodo para ninguno de los dos, hacía tiempo que había dejado de serlo. Cuando finalmente su voz salió, me encontré turbado como ella lo parecía minutos atrás. ¿Qué se supone hacía allí? Decir una mentira nunca me había costado tanto como en estos momentos.  ―Pues yo, creo que… éste es un buen lugar para pensar.―solté sin mucha convicción en mis palabras.  ―Porque ya sabes, es un lugar tranquilo y solitario, pocas personas vienen por aquí, aunque me alegra haberte encontrado― añadí atropelladamente. De pronto todas las palabras que me había guardado querían salir al mismo tiempo, sin querer, sin poder esperar más.

Seguí su mirada sin poder comprender lo que decía. Debía tratarse de una broma, porque en definitiva yo no haría lo que ella quería que hiciera.  ―Creo que es mejor si nos quedamos en tierra― atiné a decir. Despacio retrocedí dos pasos, negándome a la idea siquiera de subir a uno de esos botes. Quería que la primera vez que subí a uno de ellos fuera la única, de lo contrario no sería especial. Aquel era uno de mis pocos momentos felices, no podía sustituirlo.

Escuché a mi primo hablar, lo vi dar marcha atrás tan solo unos pocos pasos y quedarse allí callado nuevamente. No entendía por qué simplemente rechazo mi idea, cuando de hecho, siquiera tuve la oportunidad de decir tampoco es que fuera muy discreta en el momento de medio plantearla, pero aun asi no entendía por que el rechazo tan inmediato. Hice una mueca, pero la borre rápidamente encogiendo de hombros como si su respuesta no hubiera importando. – Como tú quieras. – solté un prolongado y bajo suspiro.
 
Me quede mirándole, el silencio volvió hacernos su rehén, y no eran esos silencios cómodos en el que uno puede acurrucarse a ver pasar los minutos, eran de esos que pedían que alguien grite para ejecutarlos tan rápidamente como se pudiera. - ¿Quieres caminar?– pregunte rendida - ¿O debes irte? -  quizás no tenia  tiempo libre, sabia que Albus era "un chico ocupado", no solo las clases o juntarse con sus compañeros, muchas veces podrías encontrarlo leyendo un libro, o en las mazmorras haciendo posiciones para quien sabe que, practica, necesidad, estudios, si no le preguntabas realmente nunca lo sabrías.

Avance hacia el parándome a su lado solo que mirando en dirección contrario, hacia el exterior donde las personas iban puertas hacia el castillo o se tomaban su tiempo en recorrer un camino quizás sin destino. Levante la mirada al cielo, observando la llegada de las lluvias, avanzando inminente, opacando aun mas los pequeños rayos del sol ya ocultos tras las grises nubes. – Va a llover con todo esta noche – acote desviando nuevamente la mirada hacia Albus. - Y yo que quería decirle a James de ir a practicar al campo - reí negando con la cabeza, borrando el plan de mi dia.

El poco entusiasmo que la había embargado segundos antes, al pensar en un paseo calmo y lleno de nuevas expectativas, se desvaneció como humo en el aire. Me corazón se oprimió y no pude evitar pensar en mí como en una persona egoísta. ¿Por qué nunca podía dar más de mí mismo a las personas que quería, y que me lo pedían? Siempre había creído que si se trataba de amor, sin llegar a ser especifico y decir qué tipo de amor, uno podría entregarse sin reservas, sin miedos. Pero yo no podía, cuando estaba a solo un paso, algo detrás de mí me jalaba en dirección contraria y yo no me oponía. Sus siguientes palabras, el matiz con el que estaban impregnadas me hicieron sentir un poco más oprimido.

Me quedé en silencio, soportando y prolongando mi pena. La escuché proponerme dar un paseo distinto, preguntar sobre mis actividades, y finalmente optar por hablar del mal clima que nos esperaba. Incluso la mención del nombre de mi hermano me pasó casi inadvertida, en otra ocasión ya me habría marchado tan solo escucharlo; pero esta vez estaba tan sumergido en mí que simplemente lo deje pasar. La guerra había sido declarada con mi hermano el día que obtuve mi marca, allí había muerto nuestra relación. Recuerdo haberla enterrado en el olvido.

Cerre los ojos, y creí que si solo lo decía, las cosas no serían tan malas. Regresar a ser lo que eran, no era posible; tampoco lo deseaba. Yo quería menos silencios, menos incomodidad, menos miradas acusadoras, de víctimas, de traición.

Levanté mis parpados con lentitud, una imagen se materializó de inmediato frente a mí.

―Lo lamento― dije con voz neutra. Ya estaba, había salido.

“Lo siento”

Hace un tiempo había leído la diferencia entre pedir  “perdón” y decir “lo siento”. Realmente nunca lo había entendido, no por completo al menos.  Se supone que pedir perdón es una manera de pedir que todo quede olvidado, una manera de querer tachar algo que no puede desaparecer, en cambio decir lo siento habla simple y directamente del sentimiento de uno, significa sentirlo de verdad.  Muchas veces me pregunte si las personas sabíamos esto desde un principio y actuamos inconscientes ante esas palabras, o éramos realmente ignorantes a la diferencia.  

Me quede allí observándolo, mientras el tiempo pasaba, quizás solo fueron unos pocos segundos, tal vez  menos que eso, pero yo necesitaba ese tiempo para mirarlo. Para entender lo que su mirada quería trasmitir. Lo que sus palabras realmente significaban.  Entonces sin más lo abrace. Quizás exageraba y eso no era necesario, pero merlín soy humana yo necesitaba sentirlo.. Abrazarlo y no me importaba ser egoísta al respecto. Hundí mi rostro en la curva de su cuello y hombro, cerré los ojos dejando libre un leve suspiro.  Ante aquella oscuridad me deje transportar por  mis pensamientos.

A veces había colapsado, con ganas de lanzar todo y querer cambiar mi vida por cualquier otra, pero entonces me digo que existen pequeñas razones por que no haría eso realmente. Había pasado mucho tiempo desde que éramos unos pequeño inocentes e indiferentes de la realidad, todo era mucho más fácil, nada nos preocupaba, si el mundo se torcía podía amoldarse a nuestro antojo, porque había personas que nos cuidaban y se preocupaban por nosotros, aquellos que sufrían por nosotros, que pasaban días malos para que nosotros no, pero ahora habíamos crecido, ahora teníamos que enfrentar al mundo por nosotros mismos, darle frente y decir: no, acá estoy. El abrazo fue corto, pero mi mente recorrió años.  – te extraño.. – susurre..

Dentro de mis expectativas, jamás entró la posibilidad de que ella y yo tuviéramos este tipo de charla o encuentro. De hecho, me parecía que cada vez que veía a algún Weasley en los pasillos, ellos siempre se replegaban más al muro y trataban de evitarme. De cierta manera los comprendía, mi posición en el colegio no era precisamente algo que pudiera pasar desapercibido, y por otra parte yo había contribuido a que todo eso pasara. No me arrepentía, solo desearía que el cambio hubiera llegado de forma menos brusca. Un día desperté y ya nadie me miraba o trataba de la misma forma, de eso hacía exactamente cuatro meses. Y hoy, al menos en lo que concernía a Rose y a mí, el muro simplemente se había derrumbado.

Me sorprendió que se aferrara a mi cuerpo de aquella forma, tan efusiva y alegre como solo ella era. Fuerte pero al mismo tiempo con cuidado, porque ninguno de los dos sabía lo que podría resultar de aquello. Me tomó algo de tiempo comprender que eso era lo que quería y necesitaba, a mi familia. Con lentitud pase mis brazos alrededor de su pequeño cuerpo y así en silencio, mi miedo se marchó. Me sentí más ligero, me sentí más vivo y menos oscuro. Quizá lo que había entre yo y mis hermanos no regresaba, pero Rose representaba para mí, lo que eran todos ellos.

―También te he echado de menos―dije a mi vez en tono suave.

Permanecí un poco más en aquella postura para finalmente alejarme y soltarla. ―En verdad lo lamento Rose, todo este tiempo. No he querido lastimarlos, solo no supe cómo pararlo cuando comenzó.―Hablaba de la distancia, la que yo nos había impuesto.

Esto era como una bomba, delicada y  peligrosa. Estaba segura que ninguno de los dos sabia como iba a terminar esto, en un segundo para otro podríamos ponernos a discutir tras una palabra errada de cualquiera de los dos,  y no volver a encontrarnos por semanas o incluso meses como veníamos ahora, sin embargo estaba aquella posibilidad de que tras esta encuentro las cosas comenzaran acomodarse lentamente intentando ser lo que fueron alguna vez.  Había discutido más de una vez con James respecto a Albus, que intentase hablar, que intentase acercarse, que intentase dejar las palabras irónicas y filosas al estar cerca de su hermano, pero no importase cuanto rato  hablemos, gritemos, o murmuremos entre nosotros, enojándonos, maldiciendo, o lamentándonos, nunca llegábamos a nada. Y ahora sin pensarlo, sin planearlo, estaba aquí con él en un raro intento de hacer las paces.

-Nosotros tampoco sabíamos – acote pegada a sus palabras. Había muchas cosas de las cual el podía referirse con esas palabras, sin embargo estaba claro de que hablaba.  – No quiero esto, - dije mientras llevaba una mano a mi rostro, enterrando mis dedos entre los cabellos pelirrojos y sacudiéndolos mientras a su vez los tiraba hacia atrás y al costado. – No me gusta no poder hablarte, no poder verte – mi voz comenzó a sonar más ronca, la impotencia de todo este tiempo luchaba por salir, respire antes de volver hablar, pensando mis palabras.  – Luego de que desaparecieses.. Ya no sabíamos que hacer, estaba desesperada – admití en voz baja. – Es como si la vida estuviera encaprichada en sacarme todo lo que quiero – solté un risa irónica mirando el techo. Mi padre, Albus, mis tíos.. Poco a poco todo el mundo se hacía pedazos.  

Yo sabía que debería estar furiosa con él, que ni siquiera debería estar hablándole,  sabíamos de qué lado estaba, con quienes se junta, a quienes defiende, y no es precisamente a los mismos que nosotros, pero sin embargo una parte de mí se negaba a perderle por completo. Sin embargo, luego de que apareciese.. es como si nunca hubiera vuelto.  Lo mire. Me sentía una dramática, pero para que las cosas volviesen hacer un poco como antes necesitábamos hablar, yo necesitaba hablar, y sacar todo lo que había dado vueltas en mi mente.  – Eres un tonto. – sonreí mientras luchaba por no soltar una risa baja y fuera de lugar – no vengas con que no sabías como pararlo, tan solo tenías que acercarte y hablar.. o traer dulces, eso basta y sobra.

Asiento silenciosamente. Escuchando. No quiero esto, dice. Tampoco yo respondo en mi mente donde nadie me escucha, solo yo. Prefiero que quede así, en parte para no interrumpirla y en parte porque algo dentro de mí, me impide decir todo lo que pienso por completo. Pienso si hay alguien que quiera estar en la situación en la que nos encontramos y creo que no, probablemente nadie. E incluso así, cuando quieres algo no siempre actúas de inmediato  para conseguirlo; la distancia entre tu objetivo y tu es simplemente grande. Las palabras ―los sueños y los deseos― muchas veces terminan en el aire, perdidas, aisladas; vagan por un tiempo en la memoria de quien las ha evocado, o de quien las ha escuchado, y  después de un tiempo, mueren sin haber conseguido su propósito. Es triste, pero es así. Y yo, yo no soy la excepción.

Miro mis manos que de pronto están bastante quietas, frías y pálidas. Jamás he sido una persona muy hiperactiva, cuanto más me siento ansioso o nervioso tiendo a quedarme inmóvil. Puede que se una característica muy propia en mí, algo bueno o malo, pero mía a fin de cuentas y eso me agrada. Aún recuerdo parte de mi infancia como un miembro más de la familia, la gran Familia. Las reuniones, las voces, el ruido, los olores, las sensaciones me llegan difusos; mis memorias son poco nítidas y en medio de la confusión puedo escuchar a la abuela diciendo que los defectos pueden ser virtudes ―y viceversa― según el enfoque que se les dé. Mi puño se cierra con fuerza, y al abrirse la sangre que súbitamente se concentró en el centro de la palma, se desvanece con la misma rapidez.

―Nadie dijo que fuera fácil―la miro e intento sonreír, pero más que una sonrisa creo que mi rostro muestra pena y melancolía. No quiero que esto sea así, pero no puedo evitarlo.¿Por qué ella? La pregunta salta en mi mente, inquieta. Necesito una respuesta, pero estoy cansado de buscarlas. De pronto solo quiero saber, porqué de entre toda mi familia, mis hermanos incluidos, con Rose siempre me he sentido bien, querido, apreciado, sin rivalidades, ni diferencias. Quisiera sentirme tan unido con mi propia sangre, pero no es así.

―¿Dulces? Lo tomaré en cuenta, aunque sabes, creo que pides muy poco― si soy sincero no pide nada y sin embargo he allí lo maravilloso de perdonar y seguir con la vida y lo que tiene preparado para ti. En el poco tiempo que llevo tatuado en la piel mi futuro, me he dado cuenta de que las casualidades no existen, solo hay destino.